En medio del dolor
Tuve la oportunidad de visitar a una gran mujer de 67 años que tiene cáncer al pulmón y había vivido hace poco una cirugía para intentar extirpar su tumor. Cuando le tomé la mano, me contó cómo había sido la operación y los cuidados que había tenido que tener mientras estaba en el postoperatorio. Se notaba muy cansada y adolorida, pero con ganas de conversar como siempre.
Dentro de las cosas que me comentó, me
impresionaba cómo sus ojos se llenaban de lágrimas cuando recordaba el
periodo de la radio terapia, pero no porque pensaba en ella, sino porque
recordaba a quienes estaban viviendo el mismo proceso que ella. Me
contó de una joven de 25 años que tenía un hijito, recordó a mujeres de 30,
40 hasta 50 años que no podían ni siquiera levantarse al baño. Incluso
recordó a una mujer que agonizó toda la noche falleciendo a la mañana
siguiente. Quedé perpleja entre tantas historias, pero me impresionaron
aún más las palabras que siguieron a continuación de su relato “al menos
yo he vivido mucho más”.
En medio de un dolor físico y de lo
angustioso que puede llegar a ser un cáncer, esta mujer es capaz de ver
más allá de su propio cáncer y conectarse con las historias de dolor y
pérdida de otras personas. Su hija me comentaba que cuando estaba recién
operada la encontró un día en el baño secándole el pelo a otra mujer
hospitalizada que lo único que quería era arreglarse para las visitas
que vendrían.
Existe un concepto que me gusta mucho que es el de “alteridad”, proviene del latín alter?tas,
y es la condición de ser otro. El vocablo alter refiere al “otro” desde
la perspectiva del “yo”. El concepto de alteridad se utiliza en sentido
filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y
de los intereses de un “otro”. Si la definición no es fácil de
comprender, mucho menos lo es su aplicación. Sin embargo, creo que a
través de la vida de esta gran mujer podemos aproximarnos un poco más.
En medio de su propio cáncer fue capaz de conectarse con el mundo de
otras enfermas de cáncer como ella y así evitar el (totalmente válido)
autocompadecimiento.
Conozco a alguien más como ella. Su nombre es Jesús, y cuando estuvo colgado en una cruz de madera
no pensó en su dolor físico., pensó en cómo evitar el dolor tuyo y mío y
en cómo ayudarnos a que tuviéramos una vida libre y feliz. Sabía que
tú y yo viviríamos vidas distintas y para asegurarse de que, al menos,
el final de nuestras vidas fuera igual, no vio las cosas desde Su propio
punto de vista, sino del nuestro.
Si existieran más personas como Jesús, y si existieran más personas como esta mujer el mundo sería muy distinto a lo que es. Me gustaría parecerme un poco más a ellos, dejar de que mi dolor nuble mi vista y ser capaz de entender el mundo doloroso de otras personas, lejanas o cercanas, pero personas con vidas distintas ¿Y a ti? ¿Te gustaría? ¿Lo intentamos?
Autora: Poly ToroEscrito para www.destellodesugloria.org
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