No recibo lo malo
En una oportunidad un hombre insultaba a un sabio quien se mantuvo en un estado de imperturbable
serenidad y silencio. Al terminar el hombre con los insultos, el
discípulo del sabio se sintió impotente por los insultos que recibió su
maestro. El sabio le dijo: “Si yo te regalara un caballo pero tú no lo
aceptas ¿de quién es el regalo?”
El discípulo contestó: “Si no lo acepto sería tuyo todavía”. El sabio
respondió: “Pues no acepto los insultos de este hombre, así que estos se
quedarán con él”.
Todo lo bueno, todo lo justo, todo lo honesto, lo abrazo. Todo lo malo no me afecta porque no lo recibo, va de vuelta con el que me lo envió.
Así debemos obrar en la vida, cuando recibimos algo negativo
de parte de quien sea. Debe quedarse con el que lo dijo, esto requiere
de una fuerza de espíritu grande, pues sin duda que lo primero que nos
viene a la mente, es devolverle la ofensa, o el insulto a quien nos lo dijo. Personalmente yo no reacciono de entrada,
pero una vez que medito en el tema, lo retomo y lo aclaro, si es que
vale la pena hacerlo. Hay veces que no debemos aclarar nada, porque
entendemos que los que dirigen palabras duras contra nosotros no saben
realmente lo que dicen.
Pero otras, nos damos cuenta que esa
persona tiene realmente un problema con nosotros y es mejor tratarlo,
máxime si las ofensas se repiten. Por ejemplo, esto sucede en algunas
familias; a mí me tocó tener un padre que no medía sus palabras, y que
fue muy difícil convivir con él, no sólo para mí, sino para el resto de
mi familia. Otro lugar fue el trabajo, y especialmente si conocen tu
forma de pensar en cuanto a Dios, también va a ser motivo de “cargadas”
de diferentes tipos.
Recuerdo
que cuando trabajaba en una oficina, mi jefa era una mujer buena, y me
permitía poner algún cuadro que hablara de Dios, y los que entraban a
mi despacho decían: “llegamos a la capillita”, eso no era en realidad
ofensivo para mí; lo tomaba en broma, aunque sonara un poco sarcástico. Y
también entre el círculo de cristianos lamentablemente, hay mucha
crítica respecto de los métodos que usamos para hacer tal o cual cosa.
Hay predicadores que quiero y respeto muchísimo, que son literalmente
“bombardeados” con palabras hirientes e irrespetuosas.
Mi pastor sabiamente dice: “sean libres
de la gente”, esto es algo que debemos tener presente todos los días de
nuestra vida. Él comenta que uno nunca tiene problemas con el gato o con
el perro, los problemas tanto como las bendiciones vendrán a través de
las personas. Por eso es necesario aprender a tratar a la gente.
La humillación es una de las experiencias universales que hasta el mismo Jesús pasó. ¿Quién no fue maltratado,
humillado por una pareja, por un amigo, por un compañero de trabajo?
Ser humillado según el diccionario, es sentirse rebajado, inferiorizado,
sometido, ultrajado por otro. Ser humillado no es lo mismo que hacer
una broma. Humillar a alguien tiene el objetivo de destruir a esa
persona, destruir su corazón, su vida, su sueño.
En la Biblia se habla de que cuando Saúl fue elegido rey, hubo gente que lo menospreció, por eso algunos dijeron:
“¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le tuvieron en poco, y no le trajeron presente, más él disimuló”.
Esa fue una actitud correcta de parte de Saúl, en lugar de “hacerse el fuerte” y empezar
a hacer uso de la autoridad que se le había conferido por medio del
profeta Samuel, hizo de cuenta que no había escuchado nada y tampoco
hizo caso al hecho de que no le trajeron regalos.
En los países orientales, el honor del soberano y el esplendor de su casa real se apoyaban no en una tarifa fija de impuestos, sino en los obsequios
traídos en ciertas épocas por oficiales y hombres de recursos, desde
todas partes del reino, según las riquezas del individuo, las cuales
tenían un valor reconocido. Por eso al rehusar, llevarle ese tributo,
Saúl no pudo establecer su reino por un tiempo. Pero el disimuló,
soportando el insulto con prudencia y magnanimidad, cualidades muy
útiles en el principio de su gobierno.
¿Cómo relacionamos esto con nuestra
vida? No van a faltar situaciones en las que algo semejante nos pueda
pasar, quizás te ascendieron en el trabajo y hubo algunas caras
disgustadas, o te sacaste la mejor nota en un examen y no faltó el
envidioso que te dijo algo para molestarte, y lamentablemente en muchos
hogares también pasa, cuando nos comparan con nuestros hermanos y nunca
es suficiente lo que hacemos para agradarles a nuestra familia, “siempre
nos falta algo” nunca logramos satisfacerlos del todo.
Por eso el consejo de Dios para tu vida es NO RECIBAS LO MALO.
No dejes que te traspasen las críticas,
los desprecios, las palabras negativas, los insultos NO TIENES QUE
PERMITIR QUE ENTREN A TU CORAZÓN.
Yo sé que no es fácil, y más si convives
con un maltratador verbal. Pero quiero decirte que va a haber un día en
que eso se va a terminar en tu vida. En gran medida depende de ti, si
ya eres mayor de edad, para pedirle a Dios que te ayude a encaminar tu
vida de tal manera que ya no tengas que escuchar más ninguna palabra que te lastime.
CUANDO NOS ANIMAMOS A CAMBIAR DEJAMOS DE SER VÍCTIMAS.
Debo Perdonar y soltar de mi vida a todos los que me lastimaron:
Perdonar es algo que haces por vos, no por el otro.
Perdonar no es olvidar: “No pasó nada”, “Ya fue”.
Perdonar es: “Me lastimaste, tengo derecho a venganza, pero no me voy vengar, Dios es mi venganza”.
Y te desatas de esa persona, porque si
no perdonas llevas esa carga; a esa persona, en el mundo espiritual, la
llevas encima de ti, pero el perdón nos coloca por encima de la
autoridad de nuestro ofensor; nos pone en un nivel espiritual más alto,
porque ya “lo solté de mi vida”. Cuando esto sucede en tu vida, en ese
momento Dios puede comenzar a sanar tu herida.
Siempre detrás de tus sueños va a haber cuervos: gente que te va a venir a molestar; gente que odia que vos sueñes lo que soñás. Dicen que los cuervos molestan a las águilas; pero las águilas nunca atacan a los cuervos: levantan vuelo. Porque los cuervos no pueden levantar tanto vuelo. Yo quiero decirte: si hay cuervos delante de ti, levantá vuelo; volá más alto. Decí: “Yo no tengo ningún enemigo, porque Dios me ha dicho: estás volando tan alto que has pasado a todos los cuervos que te han querido molestar.” Decí: yo sigo levantando vuelo. No pelees con los cuervos. ¿Saben cuánto vuela un águila? mil ochocientos metros sobre el nivel del mar ¿Y un cuervo? no sé cuánto vuela; pero mil ochocientos metros no, ¡los perdí de vista ya no sé cuándo!
Autora: Silvia TruffaEscrito para www.destellodesugloria.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario