Hay un lugar al que siempre vuelvo
Hay
lugares en el mundo de los cuales nos terminamos enamorando ¿verdad? Yo
soy de Argentina y si hay un lugar que me gusta muchísimo es el Sur de
mi país. Hay bosques, lagos, montañas, muchas flores y cabañas. En fin,
es un lugar para quedarse a vivir allí. Donde vivo actualmente no es
así, es un barrio como cualquier otro, si me pudiera mudar a un lugar
como el Sur, lo haría sin pensarlo; la tranquilidad de allí y la belleza
de la naturaleza es magnífica. Creo que uno siempre sueña con habitar
en lugares de ensueño, y mucho más en medio del mundo que nos toca vivir
actualmente, en donde siempre hay prisa por todo. Por lo general
decimos: “si tuviera mucho dinero edificaría una casa para vacacionar en un lugar paradisíaco”.
Al pensar en todo esto, sólo me resta
conformarme con ir de visita allí, en alguna oportunidad que tenga, ya
que además de bonitos, esos lugares son extremadamente caros.
Una vez, estando por el Sur de mi país, y
yendo con mi familia para un campamento cristiano, no sólo tuvimos el
privilegio de contemplar la naturaleza sino que fue justamente en un
lugar como ése, que tomamos una decisión que cambió el rumbo de nuestras
vidas. En ese campamento decidimos consagrar nuestras vidas a Dios a la
obra misionera, JAMÁS pensamos que regresaríamos a nuestra casa con un peso
tan grande en nuestros corazones pero así fue; y a partir de allí, en
mi memoria no sólo quedó registrado el lugar físico donde ocurrió ese
encuentro tan especial con Dios, sino que también sentimos, que nos
estábamos poniendo bajo las sombras de las alas del Señor, porque de
ahora en adelante íbamos a tener una mayor dependencia de Él.
El Salmo 91 dice: “El que habita al abrigo del Altísimo, o el que mora en el secreto de Elyón”
Allí dice
que hay un lugar de privilegio para cada uno de nosotros. Hay una
habitación que Dios ha preparado para que nos encontremos allí con él.
Ese lugar es privado, es único y está adornado con la gracia y el favor
de Dios. Allí disfrutamos del grato olor de Cristo, allí paseamos por el
huerto de Dios y caminamos con él como lo hacía Adán, y conversamos
todo el tiempo que hayamos apartado para ese encuentro. Es el lugar más
bello que existe, porque allí tenemos paz.
Recuerdo un día haber vuelto cansada de
mi trabajo y lo primero que hice al llegar a mi casa, fue arrodillarme
apoyando la cabeza en la cama y en esa posición empecé a charlar con
Dios. En un momento le dije: “es aquí donde realmente soy feliz, donde
todo tiene solución, donde
encuentro el descanso para mi alma”. Y el Espíritu Santo me trajo a mi
corazón lo siguiente: “Es que estás en tu casa” entonces entendí que
Dios me estaba diciendo: “Cada vez que entras al Lugar Santísimo, o sea a
mi Presencia, estás en tu casa, porque tú perteneces a este lugar”.
Esa revelación fue sencillamente un
deleite a mi espíritu, a mi alma y a mi cuerpo. Porque entendí que
cuando cierro la puerta de mi pieza, entro a mi verdadera casa, me
encuentro con mi Papá y me recuesto sobre su pecho y él me conforta, me
dice que todo está bien, y que él me va a ayudar a solucionar todos mis
problemas. Él sólo me pide que siempre permanezca apegada a Él, por eso
dice: “el que habita” el que vive permanentemente cerca de su presencia.
Y algo muy particular es el Nombre que
Dios usa en este pasaje de sí mismo. “El Elyon” o El Altísimo. Porque
nuestro socorro viene de lo alto; él nos hace andar en sus alturas a
través del espíritu, y nos echa a volar, como el águila excita a su
nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, nos toma, nos
lleva sobre sus plumas.
Él juega como un papá con sus hijos,
mientras nos da grandes lecciones de vida, para que aprendamos a
afrontar cualquier situación, para eso nos empuja para que salgamos de
nuestro encierro y no tengamos miedo de nada. Porque “Él revolotea sobre
nosotros”.
En el libro de Isaías dice:
“Así dijo el Alto y Sublime, yo habito en la altura y la santidad, y con
el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de
los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”.
Nuestro Dios es el más alto de todos, no
hay nadie que se le pueda igualar, sin embargo él decidió habitar desde
sus alturas con el que está quebrantado, o sea muy pero muy necesitado
de Él. Con el que ya no quiere pelear más, con el que está agotado en
todos los sentidos, pero que va en su búsqueda cada día. Y también con
el que es humilde de espíritu, ese que sabe que sin su padre no puede
vivir, por eso es dependiente de Él, vive pegado a Él, disfruta aún de
las cosas más pequeñas de la vida, porque sabe que todo lo que tiene se
lo debe a Él.
“Morará bajo la sombra del Omnipotente o pasará la noche a la sombra de El Shaddai”
Sombra: se le llamaba a la tienda, sólo podía entrar a la tienda el que sabía el nombre del jefe de la tribu. Tienes que conocer bien a Dios, para morar bajo su sombra. No es una visita que se le hace, es habitar con él.
El Shaddai: “el Todo Suficiente”: “Shad”
significa “pecho” en hebreo. Como una madre que amamanta Dios nutre y
satisface completamente a Su pueblo y toma cuidado de todas sus
necesidades.
Dios te dice: “Si decides permanecer
bajo mi sombra, bajo mi presencia. Si me buscas con deseo, con pasión,
con sinceridad. Vas a vivir seguro junto a mí; porque yo seré tu defensa
ante cualquier ataque del enemigo. El que se meta contigo en realidad
se estará metiendo conmigo, y yo me encargaré de eso que te aflige. Seré
siempre tu escudo y te libraré de todas tus angustias”.
El secreto está en el Sal.42 David lo
escribe estando en el desierto. David estaba muy cómodo en el palacio y
Absalón le hace un golpe de estado y David huye porque no quería pelear
con su propio hijo.
Ve a un animalito agonizando, el ciervo.
David en Jerusalén tenía su casa y al lado de su casa tenía un altar,
una tienda, una lona. Él siempre iba a adorar allí. Él amaba estar en la
carpa, allí los adoradores cantaban las veinticuatro horas, después invitaba a la gente.
Cuando David tuvo que escapar
escribe el Sal.42. No dice: “extraño mis comodidades, mi ejército, etc.”
Él dice: “extraño tu casa” Mi alma clama por ti, yo sé que vas a enviar tu luz y voy a volver a tu casa. Tenía hambre de la gloria de Dios.
Es como si hoy diríamos; Señor
yo no extraño el coche, el día lindo, la reunión con los amigos, no nada
de eso, “Yo quiero tu Presencia”.
David era como el ciervo, tenía
un anhelo intenso, de tanto amor sentía dolor. Dios busca a gente así de
apasionada, busca que lo amemos a Él.
Esto que David escribió era figura de
lo que había de venir. Lo que realmente importa es que no desperdicies
ni un minuto de tu vida en cosas triviales, y te dediques a apartar un
tiempo para estar con Él. Enamórate de Él y podrás decir con toda
certidumbre:
“El amado de jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará”.
Hay una estrofa de una hermosa canción que ilustra en parte lo que quiero decir y dice así:
“Mi despertar y mi atardecer todo se lo debo a Él
Si en mi vivir, no existiera Él, no sé qué sería de mí.
Porque todo se lo debo a Él
Mi vida, mi sustento, mi fuerza, mi esperanza
Todo se lo debo a Él
Mi casa, mi familia y todas mis canciones
Todo se lo debo a Él…”
Autora: Silvia TruffaEscrito para www.destellodesugloria.org
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