¿Por qué a mí?
La mayoría de nosotros al vernos frente a situaciones difíciles de la vida nos hemos preguntado: “¿Por qué a mí?”.
Esa frase por lo general sale de nuestra boca producto de una
frustración momentánea que nos hace pensar que somos los menos
afortunados del mundo en ese momento.
Los últimos días he estado enfermo, hace cuatro días me operaron de la apéndice, muchos que leen mi pagina y mi perfil
en Facebook se dieron cuenta y estuvieron orando por mí en cada momento
que pase, cientos de personas me mostraron su cariño y aprecio
dejándome comentarios que me daban mucho ánimo en ese momento de mi
vida. Actualmente sigo con un poco de dolor y recuperándome, pero hoy
quería escribir acerca de esa frase que yo mismo pensé y hasta pronuncie quizá en algún momento de este percance.
A veces creemos que somos intocables,
que nada malo nos puede pasar o que la enfermedad no puede tocar
nuestra vida, o que simplemente las cosas siempre serán como nosotros
queremos, pero cuando el panorama cambia y cuando se presentan momentos
reales de dolor, de enfermedad, de problemas serios, entonces nos
preguntamos: “¿Por qué a mí?”, como haciendo alusión de que no nos merecemos lo que nos está pasando.
Y es que cuando pronunciamos la frase: “¿Por qué a mí?”
es como que si no estuviéramos de acuerdo a que eso que nos está
pasando, realmente este pasando en nuestra vida, es como que nos
sintiéramos que no lo merecemos, que cualquier otro lo merece, pero no
nosotros.
Mientras estaba en esa cama de hospital esperando el momento en que me llevaran al quirófano, le pregunte a Dios: “¿Por qué a mí?”,
había orado mucho pidiendo a Dios que me quitara toda enfermedad, sin
embargo, ahora estaba allí, a una hora y pocos minutos de ser
intervenido, rápidamente luego que hice esa pregunta a Dios, sentí en mi
corazón y en mi mente una respuesta automática que fue: ¿Por qué no a ti?
Quizá mucho no entenderán lo que hoy
quiero plasmar, pero si lo harán los que Dios quiere y le interesa que
comprendan lo que hoy quiero exponer.
Sentí que Dios me pregunto: ¿Por qué no a ti?, de pronto me quede en silencio total, pensando, reflexionando y asimilando esa respuesta, a lo que dije: “Es cierto, ¿Por qué no a mi?”.
Entre a esa sala de operación con tanto
valor como no imagine, con tanta seguridad, con una sonrisa, bromeando
con cada doctor y enfermera, con buen humor, estoy seguro que las
oraciones de muchos provocaron ese buen ambiente, no dure ni cinco
minutos despierto y cuando desperté todo estaba bien, la operación un éxito, poco dolor y ningún efecto secundario de medicamentos y anestesia.
Dice el Doctor que solo terminaron la operación, retiraron un tubo de
mi boca y rápidamente abrí mis ojos, me senté rápidamente y le mostré mi
dedo pulgar como aprobando todo, luego me acosté y dormí una hora,
realmente yo no recuerdo nada de eso.
Fue el día Jueves por la tarde que me
operaron y ya estaba de alta el viernes por la tarde, llegue a mi casa,
salude a mi pequeño Uziel quien jugaba en la sala de mi casa, muy feliz
él de verme y yo de ver a mi primogénito, mi hija Valentina de nueve
meses al verme movía sus piececitos y todo su cuerpecito, mientras su
carita reflejaba un felicidad por verme, como suele hacerlo, sonreía con
su papá y su papá aguantando las lagrimas la saludo como la primera vez
que la vio en ese mismo quirófano donde ahora él había pasado, ahora no
como espectador, sino como paciente.
Estando en mi casa descansando comencé a reflexionar mi pregunta, aquella que me había hecho en ese cuarto de hospital: “¿Por qué a mí?” y de la cual ya Dios me había respondido: ¿Y por qué no a ti? y pensando concluí en lo siguiente:
A veces somos crueles con Dios, queremos
culparlo de todo lo que nos pasa, pero, ¿No nos damos cuenta de que
desde que nacemos venimos siendo humanos?, ¿No nos damos cuenta que
TODOS nosotros estamos expuestos a la enfermedad?, ¿Conoces a algún
humano que nunca se enfermo?, ¿A uno que nunca se le murió un familiar?, ¿Conoce a un ser humano que nunca tuvo problemas?
A veces se nos olvida que venimos a este mundo con un paquete
completo y con posibilidades de padecer muchas cosas. Nosotros no
elegimos que cosas en la gran mayoría de veces, pero es parte de nuestra
naturaleza, es parte de la vida del hombre y eso mismo nos tendría que
llevar a ser consientes de que Dios no tiene culpa alguna en ello,
cuando venimos a este mundo venimos consientes o por lo menos deberíamos
ser consientes de que venimos con todo un paquete incluido y que en
cualquier momento de nuestra vida las cosas pueden suceder, no
necesariamente porque Dios quiera vernos mal, sino porque somos humanos y
la probabilidad que padezcamos de algo siempre existe.
No vamos ir por la vida echándole la
culpa a Dios de todo lo malo que nos pasa, porque la mayoría de veces
tampoco lo culpamos por las cosas buenas, allí nos olvidamos de Él, pero
cuando las cosas difíciles ocurren entonces pareciera que Dios es cruel
y nos hace sufrir más de lo que merecemos.
Un ejemplo secular y sencillo: Cuando participamos en un sorteo y compramos un numero, suponiendo que eran cien números
vendidos y solo uno será el ganador, ¿Qué pasa allí?, todos sabemos que
solo uno será el ganador y que noventa y nueve personas perderán, ¿Qué
pasa cuando sale el ganador y no fuimos nosotros?, ¿Culpamos a alguien?,
¿Nos enojamos con los organizadores?, ¡No! Simplemente sonreímos y
algunos decimos: “Ya sabía que no me iba a ganar nada”. Nuestra actitud
ante esa derrota es normal, porque asumimos desde un inicio que solo uno
ganaría. Pues en la vida del ser humano pasa algo similar, todo venimos
con las probabilidades que nos
pasen cosas buenas y malas, todos queremos las cosas buenas, pero cuando
nos suceden la malas nos quejamos, nos decepcionamos y no queremos
aceptarlas y esto es porque no asumimos desde un inicio que la
posibilidad existía, esa posibilidad de que cualquier cosa podía pasar,
no necesariamente porque Dios quería que te sucedieran, sino porque
podían suceder, así como a ti o a cualquier otro ser humano de cualquier
parte del mundo o a millones a la vez, lo que a ti te pasa, no te pasa
solo a ti en el mundo, son millones de millones los que pasan por lo
mismo.
¿Por qué Dios no me sano?, quizá yo
hubiera querido que me sanara, que no me operaran, pero ¿Acaso no soy un
ser humano?, ¿No estoy propenso a que también me operen?, ¿Acaso no voy
enfermarme también?, a veces queremos actuar como que fuéramos los
favoritos de Dios o sus mimados. Dios no tiene favoritos, ni mimados,
para Dios todos somos iguales y sería injusto en algunos casos que Dios
me responda a mí y no responda a otros que también han pedido lo mismo.
Yo pienso que Dios ve nuestra capacidad,
nuestra fortaleza humana y lo bien que nos servirá pasar por cosas como
esas y entonces dice: ¿Por qué no a ti?
Si Dios no responde a algo que queremos
que haga ahora mismo, no es porque no quiera o porque no pueda, porque
¿Qué tal si es nuestro turno de experimentar el dolor?, o ¿Acaso creemos
que no nos merecemos lo que otros si les toca pasara?
Quizá este escrito no sea inspirador
como tal, quizá no es que te vaya a dar un ánimo de esos que te harán
salir a luchar por tu sueño o por tu vida, pero lo que hoy me interesa
que entiendas es que si en algún momento Dios no te responde, no hay
razón para huir de él, no hay razón para olvidarnos de él, no hay razón
para creer que no nos ama o que no le importamos, al contrario, aun
cuando no me responda, aun cuando pareciera que está en silencio,
debemos de seguir creyendo en lo que Él ha hecho en nuestra vida, está
haciendo y en lo que hará en nosotros.
Mi fe no depende de una respuesta de
Dios, mi fe depende de ese amor que un día me mostro, que me hizo
postrarme delante de Él y reconocer que estaba perdido; mi vida estaba
perdida sin Él, no tenía razón de vivir, no tenía una esperanza, sin
embargo Él me la dio, Él me dio vida, Él me dio la vida que ahora tengo,
todo lo que me rodea es por Él, ¿Por qué no voy a creer en Él?, ¿Por
qué voy a quejarme de algo después de todo lo que Él me ha perdonado y
me ha dado, aun cuando no lo he merecido?, sería un desagradecido si por
un segundo dudara de Él.
Dios me dijo: ¿Por qué no a ti?
y tiene razón, porque hay tanta gente que nosotros creímos que no
merecía lo que le paso, sin embargo le paso, entonces, ¿Por qué no a
nosotros?, lo bueno de todo es que ahora nosotros confiamos en Él, que
nuestra FE esta en Él, que pase lo que pase estamos seguros en Él.
Que rico es respirar esa seguridad en
Él, esa seguridad que nos hace estar tranquilos frente a la adversidad,
esa seguridad que a pesar de ver el panorama muy oscuro, sabe que detrás
de todo eso también existe un Dios Soberano que toma control de todo,
vivir con Dios de nuestro lado es la mayor garantía que puede existir,
porque independientemente de lo que ocurra, Él siempre se encarga de TODO.
Señor, ¿Por qué no a mi?, tienes razón, a
mi las veces que tu creas conveniente, porque si tú lo crees, es porque
tengo la garantía que todo saldrá bien, tus planes siempre son
perfectos y me hacen estar seguro de que todo estará bien.
Mi pequeño hijo Uziel de casi cuatro años me dijo: “Papi, todo estará bien”, Y ¿Sabes?, es cierto, todo estará bien, porque tenemos a un Dios que vela por los suyos, nuestra garantía es segura en Él.
“El Espíritu es la garantía que tenemos de
parte de Dios de que nos dará la herencia que nos prometió y de que nos
ha comprado para que seamos su pueblo. Dios hizo todo esto para que
nosotros le diéramos gloria y alabanza”.
Efesios 1:14 (Nueva Traducción Viviente)
Tú fe en Dios, tú confianza en Él, jamás
debe depender de una respuesta, jamás debe depender de lo que tú
quieres que Él haga, porque ¿Qué tal si no te responde? ó ¿Qué tal si no
lo hace?, ¿Dejaras de creer en Él?, ¿Te olvidaras de Él?, que tu
confianza en Él solo dependa de su amor incomparable que siempre te
mostro, ese amor eterno con el cual te amo, porque en su amor jamás
encontraras error y estar enamorado de Él te hará creer a pesar de.
¿Por qué a ti?, bueno, ¿Por qué no a ti si de tu lado esta Él?
“Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí”
Job 19:25-27 (Reina Valera 1960)
Autor: Enrique MonterrozaEscrito para www.destellodesugloria.org
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