El Apóstol Pablo:
Su misión y sus Cartas
"Doy
gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque
me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome
a su servicio, a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias
anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía
fe, actuaba así por ignorancia. Y sobreabundó en mí la gracia de
nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús" (1Tim
1,12-14).
"Cristo
murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y
resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a
Pedro y después a los Doce.
Luego se apareció a más de quinientos hermanos... Por último, se me
apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto" (1Cor
15,3...8).
"El
que constituyó a Pedro apóstol de
los judíos, me hizo también a mí apóstol
de los paganos. Por eso, Santiago,
Cefas y Juan -considerados como columnas de la Iglesia- reconociendo
el don que me había sido acordado, nos estrecharon la mano a mí y a
Bernabé, en señal de comunión. (...)
Yo
estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en
mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el
Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. Yo no anulo la gracia
de Dios: si la justicia viene de la ley, Cristo habría muerto
inútilmente" (Gál
2,8-9;20-21).
"Desde
Mileto, mandó llamar a los presbíteros
de la Iglesia de Éfeso... Y les
dijo: Velen por ustedes, y por todo el rebaño sobre el cual el
Espíritu Santo los ha constituido obispos,
para apacentar a la Iglesia de Dios, que Él adquirió al precio de su
sangre" (He
20,28).
1. La aventura de Pablo
Saulo
(Pablo) era judío, del grupo religioso de los Fariseos, de cultura
griega y con ciudadanía romana, igual que su padre. Había nacido
fuera de Palestina, en Tarso (Asia Menor, hoy Turquía) y hacia los 15
años viajó a Jerusalén para formarse como maestro de la Ley en la
escuela de Gamaliel. Pablo fue sorprendido por una aparición
de Cristo Resucitado camino a Damasco, que lo convirtió de
perseguidor de los cristianos en perseguido por los judíos (He
9,1-12). Pablo se consideraba a sí mismo "apóstol
de las
naciones" (es decir de los que no eran judíos); viendo en ello
su vocación personal recibida por el mismo Cristo el día de su
conversión (He 22,21; Gál 2,7).
Por eso hizo tres grandes
viajes misioneros alrededor del mundo, y un cuarto viaje lo hizo
"en cadenas" hacia Roma, donde sería martirizado. Él
vivía del trabajo manual heredado de su familia; era fabricante de
tiendas y no quería ser una carga para nadie (2Cor 11,9).
El primer viaje de
Pablo fue con Bernabé (He 13,4-14,28); salieron de la ciudad de
Antioquía de Siria que en aquel tiempo era la tercera ciudad del
imperio romano y tenía una floreciente comunidad cristiana. Fue entre
los años 45 y 49. Ese viaje llevó a Pablo hasta la isla de Chipre y
en Asia Menor, a las ciudades de Perge, Antioquía de Pisidia, Iconio,
Listra, Derbe.
El segundo viaje (años
50-52) lo llevó de vuelta a Asia Menor (Frigia, Galacia), después a
Macedonia (Filipos, Tesalónica) y Grecia (Atenas, Corinto), como se
puede leer en He 15,36;18,22. Pablo conservaba los contactos con estas
comunidades por medio de cartas y a través de sus colaboradores
(Timoteo, Tito, Silvano, el matrimonio Aquila y Priscila, Lidia...).
El tercer viaje (años
53-58) lleva a Pablo de vuelta a Asia Menor (Galacia, Frigia, Éfeso),
a Grecia (Corinto), a Macedonia, nuevamente a Asia Menor. En Mileto,
Pablo se despide de los presbíteros
de Éfeso,
llamándolos también obispos
(guardianes)
de la Iglesia de Dios; y finalmente fue a Jerusalén. Él quería ir
allí a entregar la colecta que había reunido para esa comunidad.
Arrestado, apela al emperador como ciudadano romano. Es conducido a
Roma encadenado con un venturoso viaje en barco pasando por la isla de
Malta y llegando finalmente al puerto de Nápoles. Puede leerse en He
18,23; 21,26.
Pablo fue llevado a Roma en
el año 60 y allí estuvo dos años bajo custodia militar, en una casa
que alquilaba, y predicando la Palabra de Dios (He 28,30).
Aquí terminan los datos
históricos sobre Pablo; una antigua tradición afirma que en el año
64 fue decapitado por orden del emperador Nerón.
2.
Las CARTAS de Pablo
Los escritos de Pablo son
exclusivamente cartas, pero de tanto valor doctrinal y tanta
profundidad espiritual, que son como un Evangelio, el Evangelio de
Pablo. Las cartas de Pablo eran conservadas como un tesoro. Sus
enseñanzas constituyen, como dice San Juan Crisóstomo, una
mina inagotable de oro, a la cual hemos de acudir en todas las
circunstancias de la vida, debiendo frecuentarlas mucho, hasta
familiarizarnos con su lenguaje, porque su lectura -como dice San
Jerónimo- nos recuerda más bien el trueno, que el sonido de
palabras.
De una frase de la segunda
carta de Pedro (3,15-16) se desprende que ya en ese entonces las
cartas de Pablo eran consideradas entre las Escrituras inspiradas.
Parece que algunas de las cartas de Pablo han desaparecido (1Cor 5,9;
Col 4,16); otras, atribuidas a él, son en realidad posteriores.
De las trece cartas
atribuidas tradicionalmente a Pablo, sólo siete son consideradas hoy
como suyas por los estudiosos de la Biblia: la Primera a los
Tesalonicenses, la dirigida a los Gálatas, la Primera y la Segunda a
los Corintios y las cartas enviadas a los Filipenses, a los Romanos y
a Filemón. Esto no quita que las demás cartas de los discípulos de
Pablo no sean igualmente inspiradas por el Espíritu Santo como parte
de las Escrituras. Era una costumbre muy antigua atribuir una obra de
importancia a una gran autoridad (como se hizo en el Antiguo
Testamento con Moisés, Salomón, David). Esas cartas son en realidad
obra de discípulos de Pablo; la carta a los Hebreos tiene otras
características y es de un autor desconocido.
San Pablo nos da a través
de sus cartas un inmenso conocimiento de Cristo. No un conocimiento
sistemático, sino un conocimiento espiritual. Él es ante todo el
Doctor de la Gracia, el que trata los temas siempre actuales
del pecado y la justificación, del Cuerpo Místico, de la Ley y de la
libertad, de la fe y de las obras, de la carne y del espíritu, del
Reino de Cristo y su segunda Venida.
PREGUNTAS:
1. Recuerda
alguna figura de misioneros/as de hoy, que como Pablo, dan su vida
para anunciar el Evangelio a los que no conocen a Jesús. ¿En qué te
pueden iluminar, para ser más misionero en tu vida?
2. ¿Qué
escrito de Pablo ha llegado a cuestionar e iluminar tu camino de fe?
PALABRAS
CLAVE
Los
"Doce". Fueron
escogidos por Jesús para que estuvieran con Él y para ser enviados a
anunciar su Buena Noticia. Su número simboliza la renovación del
pueblo de Israel (constituido por 12 tribus). Aparecen formando
parte de la Iglesia de Jerusalén (He 6,2); se dedican a la oración y
a la Palabra dejando el servicio de las mesas al grupo de los siete
(diáconos). Pedro y Juan son los primeros que amplían su actividad
mas allá de Jerusalén. Después de la muerte de Judas, Bernabé fue
agregado al grupo para completar el número doce.
Apóstol.
Esta palabra griega significa "enviado". Son un grupo
más grande (1Cor 15,5 y 7). Para Pablo, las características de un
"apóstol" son las de quien ha visto al Señor Resucitado y
ha sido enviado por Él para ser su testigo. Él mismo se considera
"apóstol". En 1Cor 12,28 Pablo habla de que en Corinto
había apóstoles, profetas, etc.. Más tarde, en las cartas
pastorales ya se nota una organización más definida que se apoya en
los obispos, presbíteros y diáconos como líderes de las
comunidades.
Presbíteros
y Obispos.
Además de los presbíteros (= ancianos) y los diáconos
(=servidores) estaba el obispo ("epíscopo" en
griego, que significa "supervisor" o "guardián").
Como los apóstoles, los obispos tenían la tarea de predicar el
evangelio en todas partes y animar las comunidades. Los obispos, por
lo tanto, se hicieron cargo de la dirección de las comunidades como
sucesores de
los apóstoles.
EN TU HISTORIA DE HOY
Verdaderamente libres.
Luego de
descubrir a Jesús, Pablo cambia radicalmente el sentido de su vida. A
partir de ahí es apedreado, perseguido, encarcelado y padece toda
clase de tribulaciones, pero sale victorioso. El
encuentro con Jesús cambia nuestra vida, nos transforma y nos hace
capaces de vivir felices en medio de las dificultades. Por eso, como
cristianos estamos llamados a reflejar esa alegría que sólo brinda
el encuentro con Jesús, impidiendo que las dificultades nos agobien.
¿Vivo con libertad de
corazón mi opción por Cristo, "sin avergonzarme del
Evangelio"? ¿Es
Dios el último sentido de mi vida?
La
carta a los Tesalonicenses
es del año 51. En su segundo viaje Pablo estuvo en Tesalónica, pero
al poco tiempo tuvo que escaparse por la persecución de los judíos
(He 17,2-6). Allí mandó entonces a Timoteo, el cual le trajo
a Pablo buenas noticias de la pequeña comunidad y algunos planteos.
Es así que Pablo redacta el escrito más antiguo del Nuevo Testamento
(a los 20 años de la muerte de Cristo), respondiendo a esas preguntas
que mucho tenían que ver con la vuelta de Cristo, considerada
ya próxima. Tesalónica (hoy Salónica) y Filipos eran dos ciudades
de Macedonia, al norte de Grecia.
Las
dos Cartas a los Corintios
(año 55) son dirigidas a los cristianos de la ciudad griega de
Corinto, donde Pablo estuvo más de un año y medio. Es en la primera
carta donde se encuentra el primer documento escrito sobre el rito de
la Eucaristía, tal como Pablo mismo lo había recibido
(11,23-25), con una fórmula que se mantiene hasta el día de hoy.
Pablo condena algunas Eucaristías que se celebraban en Corinto,
porque no eran signo de comunión (11,20).
Es en esta carta donde
Pablo redacta el famoso Himno a la Caridad (13,1-13).
Las
Cartas a los Gálatas
son dirigidas a los cristianos de Galacia, una región de Asia Menor.
A esas comunidades, Pablo les escribe entre el año 55 y el 56,
dirigiéndose en particular a los cristianos judaizantes que
intentaban obligar a los convertidos a practicar la circuncisión y la
Ley de Moisés.
La
Carta a los Romanos
fue escrita por Pablo desde Corinto, a principios del año 58, con el
ánimo de preparar su viaje a Roma, acreditando sus títulos ante esos
fieles, que no lo conocían aún.
El apóstol explica en la
primera parte (caps. 1-11), como lo hizo también a los cristianos de
Galacia, el misterio de la justificación mediante la fe, que
Jesucristo nos otorgó gratuitamente, igualando en ella a judíos y
paganos y revela el misterio de la conversión final de Israel según
los anuncios del Antiguo Testamento, confirmados por Jesús en el
Evangelio. En la segunda parte trata otras cuestiones de la vida
espiritual, y añade, al final, una referencia al "misterio
oculto desde tiempos eternos". Es la carta más doctrinal de
Pablo.
La
Carta a los Filipenses
es una carta
a los cristianos de Filipos (Macedonia), la primera comunidad que él
había fundado en Europa. Esta comunidad había enviado a Pablo una
pequeña subvención para aliviar la vida del apóstol durante su
prisión en Roma. Conmovido por el gran cariño de sus hijos en
Cristo, el apóstol, desde lo que él llama sus cadenas por el
Evangelio, les manda una carta de agradecimiento, que es, a la vez, un
modelo y un testimonio de la ternura con que abrazaba a cada una de
las Iglesias por él fundadas. La carta fue escrita en Roma hacia el
año 63. Merece destacarse el himno a Cristo de 2,6-11.
La
Carta a Filemón es
una breve carta de recomendación a un cristiano de Colosas para un
esclavo (Onésimo) que se le había escapado y que Pablo se lo
devuelve, pero bautizado y convertido y por lo tanto "como un
hermano muy querido" (File 1,16).
3. Otras Cartas de
la escuela de Pablo
Carta
a los Efesios.
Toda esta carta es un insondable abismo de misterios divinos que nos
revelan el plan de Dios sobre nuestro destino, e influyen de un modo
decisivo en la vida espiritual, gracias a la Redención de Cristo.
Éfeso, capital de Asia Menor, donde más tarde tuvo su sede el
apóstol Juan, es la ciudad en la que Pablo, en su tercer viaje
apostólico, predicó el Evangelio durante casi tres años. La carta,
se dirige tal vez no sólo a los efesios sino también a las demás
Iglesias, lo que se deduce por la ausencia de noticias personales y
por la falta de las palabras "en Éfeso" (v. 1), en los
manuscritos más antiguos. Algunos han pensado que tal vez podría ser
ésta la enviada a Laodicea según Col 4,16.
Carta
a los Colosenses.
Esta carta profundiza el Misterio de Cristo, y denuncia a los que se
habían introducido en la floreciente comunidad cristiana, "con
apariencia de piedad" (2Tim 3,5), inquietándola con doctrina
falsas tomadas del judaísmo y paganismo (necesidad de la Ley,
observancia de los novilunios y de la circuncisión, culto exagerado
de ángeles, gnosticismo, falso ascetismo).
2ª
Carta a los Tesalonicenses.
Esta segunda carta fue escrita para confirmar a los tesalonicenses
sobre el contenido de la primera carta, porque no faltaban quienes
descuidaban sus deberes cotidianos, creyendo que el día de Cristo
había pasado ya, y que por consiguiente, el trabajo no tenía valor,
o que las persecuciones que sufrían pudieran ser ya las del
"día grande y terrible del Señor".
Las
Cartas a
Timoteo y
la Carta a Tito
Timoteo, hijo de padre
pagano y madre judía, era el discípulo más querido de Pablo, socio
en su segundo viaje apostólico y compañero durante el primer
cautiverio en Roma. Después de ser puesto en libertad, Pablo lo
llevó al Asia Menor, donde le confió la dirección de la Iglesia de
Éfeso. Esta primera carta, alienta al "obispo" Timoteo en
su lucha contra las falsas doctrinas y da instrucciones referentes al
culto y a las cualidades de los ministros de la Iglesia, por lo cual
constituye una lección permanente de espíritu pastoral, dada
por el mismo Espíritu Santo, junto con la Segunda a Timoteo, que es
un doloroso cuadro de la apostasía, y la de Tito, compañero
apostólico de Pablo en varios viajes, que contempla más el
ordenamiento particular de cada Iglesia.
Oración:
Himno
a Cristo
Con
la Iglesia primitiva, cantamos este himno litúrgico que proclama el
misterio de la encarnación y la glorificación de Cristo, Señor de
todo el universo (Fil 2,5-11).
Tengan los mismos sentimientos
de Cristo Jesús.
Él, que era de condición divina,
no consideró esa igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo
tomando la condición de esclavo,
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia
la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó y le dió
el Nombre que está sobre todo nombre;
para que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble en el cielo,
en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame
para gloria de Dios Padre:
Jesucristo es el Señor.
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