viernes, 7 de septiembre de 2012


El Apóstol Pablo: 
Su misión y sus Cartas




























"Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio, a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia. Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús" (1Tim 1,12-14).

"Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos... Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto" (1Cor 15,3...8).

"El que constituyó a Pedro apóstol de los judíos, me hizo también a mí apóstol de los paganos. Por eso, Santiago, Cefas y Juan -considerados como columnas de la Iglesia- reconociendo el don que me había sido acordado, nos estrecharon la mano a mí y a Bernabé, en señal de comunión. (...)
Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. Yo no anulo la gracia de Dios: si la justicia viene de la ley, Cristo habría muerto inútilmente" (Gál 2,8-9;20-21).

"Desde Mileto, mandó llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso... Y les dijo: Velen por ustedes, y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha constituido obispos, para apacentar a la Iglesia de Dios, que Él adquirió al precio de su sangre" (He 20,28).

1. La aventura de Pablo
Saulo (Pablo) era judío, del grupo religioso de los Fariseos, de cultura griega y con ciudadanía romana, igual que su padre. Había nacido fuera de Palestina, en Tarso (Asia Menor, hoy Turquía) y hacia los 15 años viajó a Jerusalén para formarse como maestro de la Ley en la escuela de Gamaliel. Pablo fue sorprendido por una aparición de Cristo Resucitado camino a Damasco, que lo convirtió de perseguidor de los cristianos en perseguido por los judíos (He 9,1-12). Pablo se consideraba a sí mismo "apóstol de las naciones" (es decir de los que no eran judíos); viendo en ello su vocación personal recibida por el mismo Cristo el día de su conversión (He 22,21; Gál 2,7).
Por eso hizo tres grandes viajes misioneros alrededor del mundo, y un cuarto viaje lo hizo "en cadenas" hacia Roma, donde sería martirizado. Él vivía del trabajo manual heredado de su familia; era fabricante de tiendas y no quería ser una carga para nadie (2Cor 11,9).
El primer viaje de Pablo fue con Bernabé (He 13,4-14,28); salieron de la ciudad de Antioquía de Siria que en aquel tiempo era la tercera ciudad del imperio romano y tenía una floreciente comunidad cristiana. Fue entre los años 45 y 49. Ese viaje llevó a Pablo hasta la isla de Chipre y en Asia Menor, a las ciudades de Perge, Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, Derbe.
El segundo viaje (años 50-52) lo llevó de vuelta a Asia Menor (Frigia, Galacia), después a Macedonia (Filipos, Tesalónica) y Grecia (Atenas, Corinto), como se puede leer en He 15,36;18,22. Pablo conservaba los contactos con estas comunidades por medio de cartas y a través de sus colaboradores (Timoteo, Tito, Silvano, el matrimonio Aquila y Priscila, Lidia...).
El tercer viaje (años 53-58) lleva a Pablo de vuelta a Asia Menor (Galacia, Frigia, Éfeso), a Grecia (Corinto), a Macedonia, nuevamente a Asia Menor. En Mileto, Pablo se despide de los presbíteros de Éfeso, llamándolos también obispos (guardianes) de la Iglesia de Dios; y finalmente fue a Jerusalén. Él quería ir allí a entregar la colecta que había reunido para esa comunidad. Arrestado, apela al emperador como ciudadano romano. Es conducido a Roma encadenado con un venturoso viaje en barco pasando por la isla de Malta y llegando finalmente al puerto de Nápoles. Puede leerse en He 18,23; 21,26.
Pablo fue llevado a Roma en el año 60 y allí estuvo dos años bajo custodia militar, en una casa que alquilaba, y predicando la Palabra de Dios (He 28,30).
Aquí terminan los datos históricos sobre Pablo; una antigua tradición afirma que en el año 64 fue decapitado por orden del emperador Nerón.

2. Las CARTAS de Pablo
Los escritos de Pablo son exclusivamente cartas, pero de tanto valor doctrinal y tanta profundidad espiritual, que son como un Evangelio, el Evangelio de Pablo. Las cartas de Pablo eran conservadas como un tesoro. Sus enseñanzas constituyen, como dice San Juan Crisóstomo, una mina inagotable de oro, a la cual hemos de acudir en todas las circunstancias de la vida, debiendo frecuentarlas mucho, hasta familiarizarnos con su lenguaje, porque su lectura -como dice San Jerónimo- nos recuerda más bien el trueno, que el sonido de palabras.
De una frase de la segunda carta de Pedro (3,15-16) se desprende que ya en ese entonces las cartas de Pablo eran consideradas entre las Escrituras inspiradas. Parece que algunas de las cartas de Pablo han desaparecido (1Cor 5,9; Col 4,16); otras, atribuidas a él, son en realidad posteriores.
De las trece cartas atribuidas tradicionalmente a Pablo, sólo siete son consideradas hoy como suyas por los estudiosos de la Biblia: la Primera a los Tesalonicenses, la dirigida a los Gálatas, la Primera y la Segunda a los Corintios y las cartas enviadas a los Filipenses, a los Romanos y a Filemón. Esto no quita que las demás cartas de los discípulos de Pablo no sean igualmente inspiradas por el Espíritu Santo como parte de las Escrituras. Era una costumbre muy antigua atribuir una obra de importancia a una gran autoridad (como se hizo en el Antiguo Testamento con Moisés, Salomón, David). Esas cartas son en realidad obra de discípulos de Pablo; la carta a los Hebreos tiene otras características y es de un autor desconocido.
San Pablo nos da a través de sus cartas un inmenso conocimiento de Cristo. No un conocimiento sistemático, sino un conocimiento espiritual. Él es ante todo el Doctor de la Gracia, el que trata los temas siempre actuales del pecado y la justificación, del Cuerpo Místico, de la Ley y de la libertad, de la fe y de las obras, de la carne y del espíritu, del Reino de Cristo y su segunda Venida.
PREGUNTAS:
1. Recuerda alguna figura de misioneros/as de hoy, que como Pablo, dan su vida para anunciar el Evangelio a los que no conocen a Jesús. ¿En qué te pueden iluminar, para ser más misionero en tu vida?

2. ¿Qué escrito de Pablo ha llegado a cuestionar e iluminar tu camino de fe?

PALABRAS CLAVE
Los "Doce". Fueron escogidos por Jesús para que estuvieran con Él y para ser enviados a anunciar su Buena Noticia. Su número simboliza la renovación del pueblo de Israel (constituido por 12 tribus). Aparecen formando parte de la Iglesia de Jerusalén (He 6,2); se dedican a la oración y a la Palabra dejando el servicio de las mesas al grupo de los siete (diáconos). Pedro y Juan son los primeros que amplían su actividad mas allá de Jerusalén. Después de la muerte de Judas, Bernabé fue agregado al grupo para completar el número doce.

 Apóstol. Esta palabra griega significa "enviado". Son un grupo más grande (1Cor 15,5 y 7). Para Pablo, las características de un "apóstol" son las de quien ha visto al Señor Resucitado y ha sido enviado por Él para ser su testigo. Él mismo se considera "apóstol". En 1Cor 12,28 Pablo habla de que en Corinto había apóstoles, profetas, etc.. Más tarde, en las cartas pastorales ya se nota una organización más definida que se apoya en los obispos, presbíteros y diáconos como líderes de las comunidades.

Presbíteros y Obispos. Además de los presbíteros (= ancianos) y los diáconos (=servidores) estaba el obispo ("epíscopo" en griego, que significa "supervisor" o "guardián"). Como los apóstoles, los obispos tenían la tarea de predicar el evangelio en todas partes y animar las comunidades. Los obispos, por lo tanto, se hicieron cargo de la dirección de las comunidades como sucesores de los apóstoles.
EN TU HISTORIA DE HOY
Verdaderamente libres. Luego de descubrir a Jesús, Pablo cambia radicalmente el sentido de su vida. A partir de ahí es apedreado, perseguido, encarcelado y padece toda clase de tribulaciones, pero sale victorioso. El encuentro con Jesús cambia nuestra vida, nos transforma y nos hace capaces de vivir felices en medio de las dificultades. Por eso, como cristianos estamos llamados a reflejar esa alegría que sólo brinda el encuentro con Jesús, impidiendo que las dificultades nos agobien. ¿Vivo con libertad de corazón mi opción por Cristo, "sin avergonzarme del Evangelio"? ¿Es Dios el último sentido de mi vida?




















La carta a los Tesalonicenses es del año 51. En su segundo viaje Pablo estuvo en Tesalónica, pero al poco tiempo tuvo que escaparse por la persecución de los judíos (He 17,2-6). Allí mandó entonces a Timoteo, el cual le trajo a Pablo buenas noticias de la pequeña comunidad y algunos planteos. Es así que Pablo redacta el escrito más antiguo del Nuevo Testamento (a los 20 años de la muerte de Cristo), respondiendo a esas preguntas que mucho tenían que ver con la vuelta de Cristo, considerada ya próxima. Tesalónica (hoy Salónica) y Filipos eran dos ciudades de Macedonia, al norte de Grecia.

Las dos Cartas a los Corintios (año 55) son dirigidas a los cristianos de la ciudad griega de Corinto, donde Pablo estuvo más de un año y medio. Es en la primera carta donde se encuentra el primer documento escrito sobre el rito de la Eucaristía, tal como Pablo mismo lo había recibido (11,23-25), con una fórmula que se mantiene hasta el día de hoy. Pablo condena algunas Eucaristías que se celebraban en Corinto, porque no eran signo de comunión (11,20).
Es en esta carta donde Pablo redacta el famoso Himno a la Caridad (13,1-13).

Las Cartas a los Gálatas son dirigidas a los cristianos de Galacia, una región de Asia Menor. A esas comunidades, Pablo les escribe entre el año 55 y el 56, dirigiéndose en particular a los cristianos judaizantes que intentaban obligar a los convertidos a practicar la circuncisión y la Ley de Moisés.

La Carta a los Romanos fue escrita por Pablo desde Corinto, a principios del año 58, con el ánimo de preparar su viaje a Roma, acreditando sus títulos ante esos fieles, que no lo conocían aún.
El apóstol explica en la primera parte (caps. 1-11), como lo hizo también a los cristianos de Galacia, el misterio de la justificación mediante la fe, que Jesucristo nos otorgó gratuitamente, igualando en ella a judíos y paganos y revela el misterio de la conversión final de Israel según los anuncios del Antiguo Testamento, confirmados por Jesús en el Evangelio. En la segunda parte trata otras cuestiones de la vida espiritual, y añade, al final, una referencia al "misterio oculto desde tiempos eternos". Es la carta más doctrinal de Pablo.

La Carta a los Filipenses es una carta a los cristianos de Filipos (Macedonia), la primera comunidad que él había fundado en Europa. Esta comunidad había enviado a Pablo una pequeña subvención para aliviar la vida del apóstol durante su prisión en Roma. Conmovido por el gran cariño de sus hijos en Cristo, el apóstol, desde lo que él llama sus cadenas por el Evangelio, les manda una carta de agradecimiento, que es, a la vez, un modelo y un testimonio de la ternura con que abrazaba a cada una de las Iglesias por él fundadas. La carta fue escrita en Roma hacia el año 63. Merece destacarse el himno a Cristo de 2,6-11.

La Carta a Filemón es una breve carta de recomendación a un cristiano de Colosas para un esclavo (Onésimo) que se le había escapado y que Pablo se lo devuelve, pero bautizado y convertido y por lo tanto "como un hermano muy querido" (File 1,16).

3. Otras Cartas de la escuela de Pablo


















Carta a los Efesios. Toda esta carta es un insondable abismo de misterios divinos que nos revelan el plan de Dios sobre nuestro destino, e influyen de un modo decisivo en la vida espiritual, gracias a la Redención de Cristo. Éfeso, capital de Asia Menor, donde más tarde tuvo su sede el apóstol Juan, es la ciudad en la que Pablo, en su tercer viaje apostólico, predicó el Evangelio durante casi tres años. La carta, se dirige tal vez no sólo a los efesios sino también a las demás Iglesias, lo que se deduce por la ausencia de noticias personales y por la falta de las palabras "en Éfeso" (v. 1), en los manuscritos más antiguos. Algunos han pensado que tal vez podría ser ésta la enviada a Laodicea según Col 4,16.

Carta a los Colosenses. Esta carta profundiza el Misterio de Cristo, y denuncia a los que se habían introducido en la floreciente comunidad cristiana, "con apariencia de piedad" (2Tim 3,5), inquietándola con doctrina falsas tomadas del judaísmo y paganismo (necesidad de la Ley, observancia de los novilunios y de la circuncisión, culto exagerado de ángeles, gnosticismo, falso ascetismo).

2ª Carta a los Tesalonicenses. Esta segunda carta fue escrita para confirmar a los tesalonicenses sobre el contenido de la primera carta, porque no faltaban quienes descuidaban sus deberes cotidianos, creyendo que el día de Cristo había pasado ya, y que por consiguiente, el trabajo no tenía valor, o que las persecuciones que sufrían pudieran ser ya las del "día grande y terrible del Señor".

Las Cartas a Timoteo y la Carta a Tito
Timoteo, hijo de padre pagano y madre judía, era el discípulo más querido de Pablo, socio en su segundo viaje apostólico y compañero durante el primer cautiverio en Roma. Después de ser puesto en libertad, Pablo lo llevó al Asia Menor, donde le confió la dirección de la Iglesia de Éfeso. Esta primera carta, alienta al "obispo" Timoteo en su lucha contra las falsas doctrinas y da instrucciones referentes al culto y a las cualidades de los ministros de la Iglesia, por lo cual constituye una lección permanente de espíritu pastoral, dada por el mismo Espíritu Santo, junto con la Segunda a Timoteo, que es un doloroso cuadro de la apostasía, y la de Tito, compañero apostólico de Pablo en varios viajes, que contempla más el ordenamiento particular de cada Iglesia.
Oración: Himno a Cristo
Con la Iglesia primitiva, cantamos este himno litúrgico que proclama el misterio de la encarnación y la glorificación de Cristo, Señor de todo el universo (Fil 2,5-11).

Tengan los mismos sentimientos
de Cristo Jesús.
Él, que era de condición divina,
no consideró esa igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo
tomando la condición de esclavo,
y haciéndose semejante a los hombres.

Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia
la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó y le dió
el Nombre que está sobre todo nombre;
para que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble en el cielo,
en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame
para gloria de Dios Padre:
Jesucristo es el Señor.

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