Análisis del Libro Primera de Corintios
Autor: El apóstol Pablo.
Marco Histórico: La
iglesia de Corinto fue fundada por Pablo en su segundo viaje misionero. Esta se
había contaminado con los males que le rodeaban en una ciudad licenciosa.
Los griegos estaban
orgullosos de sus conocimientos y de su filosofía, pero al mismo tiempo eran
muy inmorales.
Eran
especialmente amantes de la oratorioa.
Es evidente que
Apolos, un judío cristiano elocuente que había venido a Corinto, se había
ganado la admiración de los cristianos griegos. Este hecho llevó a hacer
comparaciones entre él, con su elocuencia y persuasión, y otros líderes
religiosos - Especialmente en el descrédito de Pablo, cuya apariencia física
parece no haber sido impresionante (véase 2 Co 10:10). Esto probablemente es la
clave de las divisiones en la iglesia, 1 Co 1:11-13. El deseo de Pablo era el
de purificar la iglesia de facciones espirituales e inmoralidad, lo cual fue la
causa primordial de la carta.
Corinto
La península del
Peloponeso, en el sur de Grecia, es un territorio montañoso unido al resto del
país por un istmo corto y angosto. En la época del NT estaba sometida a la
administración romana, como parte de la provincia de Acaya, cuya capital,
Corinto, se hallaba situada a pocos kilómetros al sudoeste del istmo.
A lo largo de su
existencia, Corinto conoció el esplendor y la miseria. En el 146 a.C. estuvo a
punto de desaparecer, arrasada por los romanos; pero un siglo después, en el
año 44 a.C., la propia Roma dispuso que la ciudad fuera reconstruida y
habilitada en ella la residencia del gobernador de la provincia. De este último
dato quedó constancia en Hch 18.12–18, donde se dice que el procónsul Lucio
Junio Galión gobernaba Acaya cuando Pablo llegó allí en su segundo viaje
misionero.
Corinto tenía
una doble salida al mar: al Adriático por el puerto de Lequeo, y al Egeo por el
de Cencrea (cf. Hch 18.18 y Ro 16.1). Esa privilegiada situación geográfica
reportaba no pocos beneficios a la ciudad, pues ambos puertos eran muy
frecuentados por los barcos que hacían las rutas comerciales de los dos mares.
La población
corintia, estimada en aquel entonces en unas 600.000 personas, incluía
mercaderes, marineros, soldados romanos retirados y una elevadísima proporción
de esclavos (alrededor de 400.000). Corinto era, además, un centro de incesante
afluencia de peregrinos, que desde lejanos lugares acudían a rendir adoración a
las diversas divinidades que en ella tenían un santuario.
La ciudad,
famosa por su riqueza y cultura, lo era también por la relajación moral de sus
habitantes y el libertinaje que dominaba las costumbres de la sociedad. Es
posible que muchas de las críticas que se le hacían fueran exageradas, pero
ciertamente la mala reputación de Corinto, fomentada por causas tan conocidas
como la prostitución sagrada en el templo de Afrodita, era proverbial en toda
la cuenca del Mediterráneo.
La iglesia
corintia
En aquel
ambiente, la existencia de una pequeña comunidad cristiana, compuesta en su
mayor parte por personas sencillas, de origen gentil (1.26; 12.2) y reciente
conversión, se veía sometida a fuertes tensiones espirituales y morales.
El anuncio del
evangelio había sido bien acogido desde el principio, cuando Pablo,
probablemente a comienzos de la década de los 50, llegó a Corinto procedente de
Atenas. Durante «un año y seis meses» (Hch 18.11) permaneció entonces en la
ciudad, entregado a la proclamación de la fe en Jesucristo (Hch 18.1–18).
Las primeras
actuaciones del apóstol, según su costumbre, se encaminaron a entrar en
relación con los judíos residentes (Hch 18.2, 4, 6, 8); pero la oposición de
muchos de ellos lo llevó muy pronto a dedicar los mayores esfuerzos a la
población gentil (Hch 18.6).
Durante el
tiempo relativamente largo que Pablo pasó entonces en la capital de Acaya,
parece que su labor consistió sobre todo en poner los cimientos para que otros
después de él, como Apolos (1.12), pudieran seguir anunciando el evangelio en
la región del Peloponeso (3.6–15).
Fecha y
lugar de redacción
La Primera
epístola a los Corintios (=1 Co) fue escrita en Éfeso, donde, según Hch
20.31, Pablo vivió tres años, probablemente entre el 54 y el 57. Mientras
estaba allí, los creyentes de la congregación le hicieron llegar, posiblemente
por conducto de Estéfanas, Fortunato y Acaico (cf. 16.17), algunas consultas, a
las que respondió con la presente carta (cf. los pasajes que comienzan en 7.1,
25; 8.1, y también 10.23; 11.2; 12.1; 15.1).
Propósito
Más o menos por
las mismas fechas, «los de Cloé» informaron al apóstol (1.11) de la difícil
situación que estaban atravesando los creyentes corintios. Arrastrados por la
fanática adhesión personal de unos a Pablo y de otros a Pedro o a Apolos (1.12;
3.4), entre todos habían puesto en grave peligro la unidad de la iglesia.
Además, los
antecedentes paganos de la mayoría de aquellos hermanos seguían pesando en la
conducta de algunos, y la general corrupción característica de la ciudad dejaba
sentir su influencia en la congregación, de manera que incluso en su seno se
daban casos de inmoralidad que exigían ser inmediatamente corregidos.
Contenido y
estructura
Pablo comienza
esta carta abordando el problema de las divisiones internas, amenaza que se
cernía sobre la comunidad cristiana como un signo de incomprensión y olvido de
determinadas afirmaciones básicas de la fe: que la iglesia es convocada a
unidad de pensamiento y parecer (1.10–17; cf. Jn 17.21–23; Ef 4.1–5; Flp
2.1–11); que la única verdadera sabiduría es la que «Dios predestinó... para
nuestra gloria» (1.18–3.4), y que solo Cristo es el fundamento de nuestra
salvación (3.5–4.5; cf.1 Ti 2.5–6).
En seguida,
trata de orientar a sus lectores respecto a otros males que ya estaban
presentes en la iglesia, pero cuyo progreso había que impedir sin pérdida de
tiempo: una situación incestuosa consentida por la congregación (5.1–13),
pleitos surgidos entre los creyentes y promovidos ante jueces paganos (6.1–11),
comportamientos sexuales condenables (6.12–20) y actitudes indignas entre los
participantes en el culto, especialmente en la Cena del Señor (11.17–22,
27–34).
Junto a todas
estas instrucciones, la carta contiene las respuestas del apóstol a las
preguntas de los corintios relacionadas con el matrimonio cristiano y el
celibato (7.1–40), con el consumo de alimentos que antes de su venta pública
habían sido consagrados a los ídolos (8.1–13; 10.25–31) o con la diversidad y
ejercicio de los dones otorgados por el Espíritu Santo (12.1–14.40).
Otros textos,
relacionados con cuestiones doctrinales y de testimonio cristiano, incluyen
amonestaciones en contra de la idolatría (10.1–11.1) y consideraciones sobre el
atavío de las mujeres en el culto (11.2–16) y sobre la institución de la Cena
del Señor (11.23–26). Notables por su belleza y su profundidad de pensamiento
son el poema de exaltación del amor al prójimo (12.31b—13.13) y la extensa
declaración acerca de la resurrección de los muertos (15.1–58).
El cuerpo
central de 1 Corintios, prologado por un saludo y una presentación
temática de carácter general (1.1–9), concluye con un epílogo que contiene
breves indicaciones acerca de la ofrenda para la iglesia de Jerusalén, más las
acostumbradas salutaciones y notas personales (16.1–24).
Esquema del contenido:
Prólogo
(1.1–9)
1. Divisiones
en la iglesia (1.10–4.21)
2. Pablo
corrige a la iglesia (5.1–6.20)
3. Sobre el
matrimonio (7.1–40)
4. La
libertad cristiana (8.1–11.1)
5. La vida de
la iglesia (11.2–34)
6. Los dones
del Espíritu Santo (12.1–14.40)
7. La
resurrección de los muertos (15.1–58)
Epílogo
(16.1–24)
Análisis del Libro Segunda de Corintios
Autor: El apóstol Pablo.
Tema Principal: Este está
algo escondido, pero es evidente que Pablo tenía prominentemente en el
pensamiento la vindicación de su apostolado cuando estaba escribiendo esta
carta.
Ambas cartas a
los Corintios indican que había un elemento en esta iglesia que tendía a
desacreditar su ministerio y su autoridad.
Contenido: Esta es una de
las cartas más personales de Pablo. En ella hace hincapié principalmente en su
propio ministerio. Abre su corazón y revela sus motivos, su pasión espiritual,
y su amor entrañable por la iglesia.
En el
tiempo que medió entre las dos epístolas dirigidas a los corintios, las
relaciones del apóstol Pablo con aquella iglesia experimentaron algunos cambios
importantes.
El riesgo de
ruptura de la comunión, causa inmediata del envío de la primera carta (véase Introducción
a 1 Corintios), no se menciona ya en la segunda. Es posible que
los consejos y las amonestaciones de Pablo tuvieran el efecto deseado, y que al
fin quedara superada la amenaza de división.
Propósito
Fueron, pues,
otros los problemas que dieron origen a 2 Corintios (=2 Co). De ellos se
sabe que revistieron gravedad y que afectaron profundamente al apóstol, aunque
de las circunstancias en que se produjeron y del curso de los acontecimientos
solo han quedado unos pocos datos aislados.
Lo que consta es
que Pablo había resuelto permanecer una larga temporada en Éfeso. Y que, en
efecto, por espacio de tres años residió en esa ciudad (Hch 20.31), donde, a
pesar de la oposición de muchos, se había «abierto una puerta grande y eficaz»
al anuncio del evangelio (1 Co 16.9).
Es probable que
desde Éfeso, poco después de haber escrito 1 Corintios, el apóstol
viajara por segunda vez a Corinto, la capital de Acaya. Ahora, en 2
Corintios, manifiesta: «por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros»
(12.14, cf.13.1).
Aquella segunda
visita, intermedia entre las dos epístolas, consistió en un rápido viaje de ida
y vuelta, que lo decepcionó y lo llenó de amargura (2.1–4). Personalmente,
Pablo pudo comprobar que las cosas no iban bien en la iglesia de Corinto, donde
incluso se había intentado desprestigiar su ministerio y poner en tela de
juicio su autoridad apostólica y la de sus colaboradores.
La «carta
con lágrimas»
Luego de su
regreso a Éfeso, volvió a escribir a los corintios. Y lo hizo con el ánimo
todavía dolorido, como más tarde él mismo habría de comentar: «Por la mucha
tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas» (2.4). Se
trata de una carta apropiadamente llamada «con lágrimas», que algunos
comentaristas han dado por perdida sin remedio, aunque otros creen descubrirla
en la sección 10.1–13.1 de la Segunda epístola a los Corintios. Si este
último fuera el caso, 2 Corintios sería el resultado de una muy antigua
refundición de por lo menos dos textos paulinos.
La persona
encargada de llevar a Corinto la «carta con lágrimas» fue Tito, «compañero y
colaborador» de Pablo (8.23; 12.18). En esa ocasión, el apóstol decidió
quedarse en Éfeso; decisión que pronto se vio frustrada por tener que abandonar
la ciudad súbitamente (Hch 20.1) a causa del alboroto promovido por el platero
Demetrio (Hch 19.23–41).
Cuando Tito
volvió a encontrarse con Pablo, pudo comunicarle la buena noticia de que la
situación en Corinto había mejorado. Los creyentes lamentaban lo sucedido y, al
parecer, se sentían sinceramente arrepentidos (7.5–16).
Esta
información, sin embargo, llegaba acompañada de otras menos gratas sobre la
presencia de judaizantes (quizá procedentes de Jerusalén) que no cejaban en su
empeño de destruir el prestigio de Pablo en Acaya y menoscabar su autoridad
moral (11.22–31; 12.11–13. Véase Introducción
a la epístola a los Gálatas). A pesar de ello, en términos
generales, la presencia de Tito había traído tranquilidad al corazón del
apóstol (2.12–13; 7.6, 13–14; 8.6, 16).
Contenido y
estructura
La carta
comienza con una introducción (1.1–11) que da paso al cuerpo principal,
dividido en tres secciones (1.12–7.16; 8.1–9.15; 10.1–13.10), y concluye con
algunas palabras de despedida y una doxología (13.11–14).
En la primera
sección (1.12–7.16), Pablo reflexiona sobre el estado de sus relaciones con la
iglesia corintia, y expone las razones que tuvo para desistir de sus deseos de
visitarla (1.12–2.17). Defiende apasionadamente su ministerio apostólico, que
él llama «ministerio del Espíritu» (3.8) y «de la reconciliación» (5.18–20) por
cuanto también Dios «nos reconcilió consigo mismo por Cristo» (5.11–6.10), y
exhorta a los creyentes a vivir limpios «de toda contaminación de carne y de
espíritu» (7.1; véase 6.11–7.16).
La segunda
sección (8.1–9.15) consiste en un llamamiento a la solidaridad con los
cristianos de Jerusalén, que estaban atravesando una difícil etapa de necesidades
materiales (Ro 15.26). Es evidente, por lo demás, que el apóstol se fiaba poco
en la generosidad de los corintios, quienes, entusiasmados al principio con la
idea de auxiliar a los creyentes de Judea, luego, llegado el momento de
recaudar la ofrenda, parecían mostrarse menos favorablemente dispuestos
(8.1–15).
La tercera parte
de la carta (10.1–13.10) sorprende por la vehemencia del tono empleado. El
autor, volviendo sobre el tema del ministerio, defiende su derecho a ser
considerado apóstol y a que se le respete en tal categoría. Se refiere a sus
muchas tribulaciones, afirmando que en ellas se goza por amor a Cristo, pues,
como dice, «cuando soy débil, entonces soy fuerte» (12.10). Y ante los que él
llama «grandes apóstoles» (11.5; 12.11), manifiesta que los títulos de su
propio apostolado son una vida consagrada por entero al servicio de Jesucristo.
Fecha y
lugar de redacción
Los datos de que
hoy por hoy se dispone no permiten precisar el momento ni el lugar de redacción
de 2 Corintios. Solo a título de probabilidad, podría sugerirse que fue
escrita entre los años 54 y 57 en alguna ciudad de Macedonia, quizás en
Filipos.
Esquema del contenido:
Prólogo (1.1–11)
1. Pablo
defiende su ministerio (1.12–7.16)
2. La ofrenda
para los santos en Jerusalén (8.1–9.15)
3. Nueva defensa
de Pablo (10.1–13.10)
Epílogo
(13.11–14)
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