Análisis
del Libro de Colosenses
"Dando
gracias al Padre, que nos hace idóneos para la participación de la herencia de
los santos en la luz; el cual nos ha libertado de la potestad de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor." Colosenses 1:12, 13 (VM)
Colosenses
("monstruosidades") tiene mucho en común con Efesios. No obstante, de
ninguna manera presenta a los santos sentados en los lugares celestiales, sino
más bien los considera como caminando aún a través del mundo desolado. Sin
embargo la provisión para el viaje es celestial, y se contempla en forma
hermosa la bendita plenitud de esta provisión en la persona de Cristo.
"Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad"
(cap. 2: 9).
En
relación con esta plenitud, las palabras "todo" y "toda"
son usadas constantemente. Y esto era necesario para advertirles, por una
parte, contra los peligros de la filosofía, y por otra, de los del misticismo
religioso: lo uno siendo meramente una apelación al intelecto, y lo otro, un
insulto grosero al intelecto, aunque a menudo se encuentran curiosamente
entremezclados, verdaderamente una monstruosidad con dos cabezas en
contradicción. La preeminente primacía de Cristo es, por supuesto, la bendita
respuesta a esto.
Cristo
es visto como Cabeza de toda la creación, y también como Cabeza del cuerpo, la
Iglesia. Él reconcilia consigo todas las cosas, así las que están en la
tierra como las que están en los cielos; pero Él ahora ha reconciliado consigo
a todos los creyentes. Él ha proporcionado tanto el ministerio del evangelio
como el de la Iglesia, por medio del apóstol Pablo. En todo esto, hay una doble
provisión: la que es hacia el mundo, y la que es para Sus santos.
Entonces,
encontramos en este libro alimento, alimento celestial ‑ aquel que nos
preservará del mal en sus formas más refinadas.
Efesios
1:1-14
La epístola a los Efesios considera al
creyente en su posición celestial. El cielo no sólo es una futura
mansión ara el hijo de Dios; desde ahora posee allá su morada en Cristo. A
un jefe de familia que trabaja fuera de su domicilio no se le ocurre confundir
éste con la fábrica o a oficina. El estar ausente de su casa de ninguna manera
e impide tener allí su hogar, en el que se hallan sus efectos, sus
intereses, todo lo que él posee. Tal es el cielo para el redimido: un
lugar familiar en el que se encuentran a la vez su tesoro y su corazón (Lucas
12:34) porque allí está su Salvador. Cristo está en el cielo y
nosotros estamos en Cristo. Este doble hecho nos asegura nuestro
derecho al acceso a las altas y preciosas bendiciones que le pertenecen. Todo
lo que concierne al Amado igual- mente concierne a los que son
hechos aceptos en Él (v. 6). Por eso el apóstol desarrolla el
conjunto del propósito de Dios en Cristo -fuente de toda bendición- en esa
larga frase (v. 3-14) que no admite ninguna supresión, pues todo está unido,
todo está ligado en el pensamiento de Dios. De igual modo, lo que Él hace por
nosotros es inseparable de lo que Él hace por Cristo y debe contribuir
finalmente a "la alabanza de su gloria" (v. 12) y a
"la alabanza de la gloria de su gracia" (v. 6).
Efesios
1:15-23
En su oración dirigida al "Dios de
nuestro Señor Jesucristo" (v. 17) el apóstol intercede a favor de los
santos para que sepan primeramente cuál es la posición de ellos (v.
18) y luego cuál es el poder que los introduce en ella (v. 19-20).
«La plenitud de nuestra bendición surge del hecho de que somos
bendecidos con Cristo. Asociados a la ruina con el primer Adán,
estamos aso- ciados ahora en gloria con el segundo hombre. Como tal, Él nos
hace participar de todo lo que posee, lo que es señal del perfecto amor cuya
consecuencia es "la gloria" (Juan 17:22), "el gozo" (Juan
15:11), "la paz" (Juan 14:27), el amor del Padre (Juan 17:26). No
tomará posesión de la herencia sin los coherederos... Pablo no pide que los
santos participen de estas cosas -pues ya les pertenecen- sino que "gocen
de ellas"» (J.N. Darby). Y, notémoslo, son los ojos de nuestro
corazón los que deben captar esas gloriosas realidades. El amor es la
verdadera llave de la inteligencia (Lucas 24:31). Al alumbrar nuestros afectos,
el Espíritu nos hace contemplar a Cristo, hombre resucitado y revestido de
poder y majestad según el salmo 8. Su cuerpo -la Iglesia- lo completa como
hombre; Él es "la cabeza" glorificada en el cielo; ella
es "la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo".
Efesios 2:
1-10
En pocas palabras, los versículos 1 a 3
describen nuestra trágica condición de otrora. Como "hijos de ira",
andábamos a la vez según el mundo, conforme a su príncipe y
de acuerdo con nuestros culpables deseos. Pero Dios intervino (v. 4).
"Su gran amor" superó semejante miseria: dio vida a los
muertos espirituales, los resucitó y, más aun, los hizo sentar en su
propio cielo, el lugar mismo donde Cristo está sentado (v. 6; cap. 1:20). Estar
muerto en sus pecados o sentado en los lugares celestiales: no hay posición
intermedia. ¿Cuál es la del lector? Los versículos 8 a 10 atestiguan, por un
lado, la inutilidad de nuestras obras para la salvación y, por otro,
el pleno valor de la obra de Dios: "Somos hechura
suya". Pero el hecho de estar sentados en los lugares celestiales
¿nos dispensa de toda actividad en la tierra? ¡Muy por el contrario! Al ser
salvos por gracia, hemos sido creados de nuevo (cap. 4:24) como una
herramienta es hecha para un uso preciso: lasbuenas obras que ese Dios
de bondad (v. 7) dispuso de antemano en nuestro camino (Salmos 100:3;
119:73). No es que Él tenga necesidad de nuestro trabajo, sino que quiere
nuestra consagración. Por tanto, no dejemos de pedirle cada mañana:
«Señor, muéstrame lo que tú mismo has
preparado hoy para mí y concédeme tu ayuda para cumplirlo» (Hebreos 13:21).
Efesios
2:11-22
Respecto al pueblo judío, la condición
de las naciones era particularmente miserable. No
tenían ningún derecho a las promesas hechas por Jehová a Abraham y a
sus descendientes (Romanos 9:4). Y nosotros formábamos parte de esos
extranjeros. Sí, recordemos (v. 11) aquel triste tiempo en que
estábamos sin Cristo y, por consiguiente, sin esperanza y sin Dios en
el mundo. Así, todo lo que poseemos ahora en Él nos parecerá mucho
más precioso. Tenemos más que un pacto con Dios: una paz gratuita
(Romanos 5:1), garantizada por la presencia del Señor Jesús en el cielo.
"Porque Él es nuestra paz" (v. 14). También es Él quien
la hizo (v. 15, al final) y pagó por ella todo el precio. Finalmente,
es Él quien la anunció(v. 17). No quería que nadie más que Él la anunciara
a sus queridos discípulos la tarde de su resurrección: "Paz a
vosotros", les dijo (Juan 20:21; Isaías 52:7); y luego agrega:
"Como me envió el Padre, así yo os envío". Nosotros, que hemos oído y
creído ese venturoso Evangelio, a nuestra vez somos responsables de darlo a
conocer a otros. El final del capítulo nos muestra a la Iglesia de Dios como un
edificio en construcción (Hechos 2:47) fundado sobre Cristo, la principal
piedra del ángulo, para que ella sea desde aquí abajo "morada de Dios en
el Espíritu".
Efesios 3:
1-12
Este capítulo constituye un paréntesis,
como para poner marcadamente de relieve el misterio -ahora revelado-
que constituye su tema (v. 3, 9), el de Cristo y la Iglesia. Si bien
la sabiduría divina puede ser contemplaba en la creación (Salmo
104:24; Proverbios 3:19),¡cuánto más brilla en los inmutables consejos de Dios
con miras a la gloria y al eterno gozo de su Hijo amado! Esa "multiforme
sabiduría" se manifestó de un modo soberano y enteramente nuevo "por
medio de la Iglesia". Los ángeles la admiran; las naciones,
hasta entonces sin esperanza, reciben esa buena nueva (v. 8). Y es a Pablo,
mediante un llamado especial, a quien le fue confiada esa revelación cuya
magnitud lo disminuye a sus propios ojos (v. 8). Estaba encargado de hacer
conocer a todos las riquezas dela gracia (cap. 1:7; 2:7) y de la gloria divinas
(cap. 1:18; 3:16). La promesa del salmo 84 (v. II): "Gracia y
gloria daráJehová", fue cumplida en la cruz. Esos dones, maravillosos
y gratuitos, son desde ahora nuestra parte. ¿Quién no soñó, cuando niño, con
descubrir un tesoro? No existe uno más gran- de que esas "inescrutables
riquezas de Cristo". Ojalá Él mismo nos conceda la fe necesaria para
estimarlas por encima de todo y apoderarnos de ellas.
Efesios
3:13-21
Esta nueva oración del apóstol está
dirigida al "Padre de nuestro Señor Jesucristo" (v. 14; comparar cap.
1:16, 17). Que "Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos" (v. 20) acceda al deseo del
apóstol respecto de cada uno de nosotros. Que nos dé a comprender algo de su
gloria, la que es, en todo sentido, insondable y eterna. Pero, por maravillosas
e infinitas que sean las perspectivas de esa gloria, no fijan ni retienen
nuestros afectos. Por eso el apóstol agrega aquí sin transición: "Y de
conocer el amor de Cristo". Supongamos que de repente yo sea transportado
a la corte de un soberano: sin duda quedaré deslumbrado y me sentiré
desorienta- do. Pero si encuentro allí a mi mejor amigo y veo que él es el
personaje principal de esa corte, pronto me sentiré feliz y a gusto. Ocurre lo
mismo con la gloria: es la de Jesús, a quien amamos. Con el apóstol, pidamos
que su Espíritu fortalezca nuestro "hombre interior". Si
Cristo habita en nosotros (v. 17), nada menos que "toda la
plenitud de Dios" nos llenará (v. 19; Colosenses 2:9-10) y con ella
el poder, el amor, la fe y el entendimiento. Queridos amigos, el Padre nos ha
hecho lugar en su casa (cap. 1 y 2). ¿Hemos hecho lugar a Jesús en nuestro
corazón?
Efesios
4:1-12
"No he rehuido
anunciaros todo el consejo de Dios. Portanto, mirad por
vosotros..." (Hechos 20:27-28). Estas palabras de Pablo a los
ancianos de la iglesia de Efeso corresponden a las dos divisiones de la
epístola a os Efesios. Del capítulo 1 al 3, el apóstol acaba de exponer el
maravillosoconsejo divino. "Yo, pues, preso en el Señor, os
ruego..."prosigue él, al mostrar en los capítulos 4 a 6 qué andar
corresponde a una vocación tan elevada (1 Tesalonicenses 2:12). Lo
que debe caracterizarla en primer lugar es lo contrario de un espíritu de
superioridad: la humildad con mansedumbre y tolerancia hacia los
demás por amor, en el vínculo de la paz. Así como hay una misma esperanza
denuestra vocación, hay un mismo Espíritu que une los miembros de un
mismo Cuerpo (en cambio, los hombres han fundado numerosas iglesias y cada
una cuenta sus miembros). Bajo la autoridad de un Señor nos
es enseñada una fe cristiana y un bautismo confiere el nombre y la
responsabilidad inherentes al cristiano (¡pero los hombres hablarán del
bautismo de su religión!). Finalmente, un mismo Dios y
Padre, de quien todo y todos proceden, tiene sobre nos- otros sus derechos
divinos. El Señor, como hombre glorificado, subió por encima de todos los
cielos después de haber descendido a la muerte. Distribuye ahora a los suyos
los múltiples dones de su gracia. ¿Somos sumisos a Él?
Efesios
4:13-24
La mayoría de los jóvenes sienten
impaciencia por gozar de los privilegios de los adultos. En cambio,
no les importa prolongar, a veces durante toda su vida, un estado
espiritual infantil. Los versículos 13 a 16 describen el crecimiento
armonioso de ese cuerpo de Cristo del que formamos parte. Ese crecimiento
resulta del desarrollo de cada creyente. Sólo en Jesús el"varón
perfecto" alcanza su completa estatura. Cristo en él es
una "plenitud" (v. 13; 1 Juan 2:13). En cambio, el niño,
por falta de afianzamiento en la verdad, permanece accesible a todos los
errores. ¡Cuan peligroso es ese estado! Podemos comprobarlo al ver en qué
tinieblas morales y espirituales está hundido el mundo por ignorar a
Dios (v. 17-19). Nosotros, que hemos sido enseñados según la verdad que
es en Jesús,mostremos, por medio de nuestra conducta, cómo hemos
"aprendido a Cristo" (v. 20). Nuestra doctrina, o mejor dicho nuestra
manera de vivir, es una Persona. Cristo se aprende. «Estudiadle mucho
-decía un anciano creyente- ¡y vividle!». Del mismo modo que una persona se
cambia una vestimenta por otra, nos hemos despojado del viejo hombre y vestido
del nuevo (v. 22-24). La vestimenta de alguien no pasa inadvertida. ¿Cuál es la
nuestra a los ojos de los demás: la ropa manchada del viejo hombre o cierta
semejanza moral con el Señor Jesús? (Hechos 4:13).
Efesios
4:25-32; 5:1-2
Es verdaderamente triste que Dios esté
obligado a hacer, a personas sentadas en lugares celestiales, tan elementales
recomendaciones como: no mientan... no hurten... no se embriaguen (cap. 5:18).
Pero Él sabe de que son capaces nuestros pobres corazones carnales, y el
diablo, que lo sabe también, no perderá ninguna de las oportunidades que le
ofrezcamos (v. 27). Notemos que cada exhortación está acompañada de un motivo
particularmente elevado y conmovedor y que las tres Personas divinas se
interesan en él.
El Espíritu Santo está en
nosotros; cuidémonos de contristarle (v. 30).
Somos los amados hijos
de Dios y nuestro Padre desea ver su semejanza en nosotros (cap.
5:1). Dice el versículo 32: "... perdonándoos unos a otros, como Dios
también os perdonó a vosotros en Cristo". Esto va más lejos que la oración
enseñada a los discípulos judíos:
"Perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos..." (Lucas 11:4).
Jesús mismo es nuestro Modelo
(cap. 5:2; Juan 13:14). Nos enseñó el amor al amarnos hasta la muerte (1 Juan
3:16). No obstante, no olvidemos jamás que Él se ofreció primeramente a Dios en
perfecto sacrificio, en olor infinitamente fragante.
Efesios
5:3-21
¡Cuidado con las palabras vanas y
necias que podemos pronunciar (v. 3-5) o escuchar! (v. 6). Así como otrora
éramos tinieblas, ahora somos "luz en el Señor"; entre las dos
posiciones se halla nuestra conversión. A estos dos estados corresponden
dos maneras de andar: la de otrora (cap. 2:2; 4:17-19) y la que debe
caracterizarnos ahora. Como hemos sido creados para buenas obras, andemos
en ellas (cap. 2:10). Ya que hemos sido llamados para participar desde
ahora en la gloria de Cristo, andemos de un modo digno de esa
vocación (cap. 4:1). Puesto que somos hijos del Dios de amor,
andemos en amor (cap. 5:1-2). Si hemos sido transformados en
"luz en el Señor", andemos como hijos de luz (v. 8;
comparar Juan 11:10). En nuestros días peligrosos y malos, miremos dónde
pisamos; andemos con cuidado (v. 15). Todas estas condiciones ¿son
una penosa obligación? De ningún modo, y los versículos 19 y 20 muestran de qué
manera el creyente traduce su felicidad y agradecimiento. Meditemos frecuentemente
el versículo 16. Desgraciadamente, cada uno de nosotros conoce el pesar de
haber desaprovechado repetidas oportunidades de servir al Señor o de dar
testimonio de Él. Por lo menos, sepamos aprovechar las que se presenten. Y no
perdamos la única y maravillosa ocasión de vivir el resto de nuestra corta vida
terrenal para el Señor Jesucristo. Sólo Él es digno de ello.
Efesios 5:22-23
Desde el versículo 22 hasta el
versículo 9 del capítulo 6, el apóstol va a introducir el cristianismo en el
círculo familiar. La sumisión de una esposa a su marido, caso particular del
versículo 21, es considerada actualmente, en nuestros países, como un principio
anticuado. Pero si el amor de Cristoconstituye la atmósfera de un hogar,
el marido no exigirá nada que sea arbitrario y la mujer, por su lado,
reconocerá que todo lo que se le pide corresponde a la voluntad del
Señor. De hecho, el amor dictará al marido su actitud. Y de
nuevo es evocado el Modelo perfecto: Cristo en sus divinos afectos por su
Iglesia. En los capítulos 1 (v. 23) y 4 hemos visto a ésta como
su Cuerpo y a Él como la Cabeza. En el capítulo 2 la Iglesia nos ha
sido presentada como un edificio del cual Él es la piedra angular.
Finalmente, aquí ella es su Esposa. Como tal, ella recibió, recibe y
recibirá las más excelentes demostraciones de su amor. Ayer, Cristo
se entregó a sí mismo por la Iglesia (v. 2). Hoy, Él la colma de sus
cuidados, la purifica, la alimenta y con ternura la prepara para el glorioso
encuentro (v. 26, 29; cap. 4:11 y siguientes). Mañana, se la
presentará a sí mismo, para su gozo, sin mancha, ni arruga ni cosa semejante,
sino gloriosa, santa e irreprochable porque estará entonces revestida
de las propias perfecciones de Cristo (v. 27).
Efesios 6:
1-12
No pensemos que esta epístola, que
expone verdades tan elevadas y a veces abstractas, fue escrita sólo para los
creyentes experimentados, los varones perfectos del capítulo 4:13. Aquí el
apóstol se dirige directamente a los niños. Lo que les tiene que
decir es muy sencillo: "Obedeced a vuestros
padres"; considerad sus amonestaciones como si fuesen lasdel
Señor. Esta disciplina, por penosa que pueda parecer a veces, corresponde
a las instrucciones que los padres han recibido acerca de sus hijos (v. 4). En
cuanto a los esclavos y a los amos, lo que se les manda se
aplica a todos los que tienen jefes (v. 5-8) o subordinados (v. 9). Nuestro
trabajo nos dará todos los días la oportunidad de poner estos versículos en
práctica, es decir, la de hacer "de corazón" la voluntad de Dios.
Estamos continuamente ante sus ojos (v. 5). Pero
necesitamos fortaleza. ¿Dónde encontrarla? En el Señor (v. 10).
Sólo Él nos capacitará para enfrentar a los temibles enemigos invisibles: las
potestades espirituales de satánica maldad que nos amenazan. Porque Cristo
mismo está sentado "en lugares celestiales, sobre todo principado y
autoridad y poder y señorío", habiendo logra- do sobre ellos la victoria
de la cruz (cap. 1:20-22; Colosenses 2:15).
Efesios
6:13-24
Para mantenerse firme frente a esos
terribles enemigos "espirituales", las armas del hombre son
totalmente ineficaces. Seria lo mismo que luchar con los puños contra tanques o
misiles (véase Job 41:1 y siguientes). Pero Dios pone a nuestra
disposición su armadura (comparar Romanos 13:12). ¿Cuáles son sus
piezas? La ver- dad como cinto: la fuerza que da la sumisión a la
Palabra; por medio de ella, Jesús triunfó en el desierto. La
justicia como coraza: una conducta irreprochable, sin fisura ante los
hombres. El evangelio de pazcomo calzado: un andar activo en la paz a fin
de preparar a las almas para recibir la verdad. La fe como escudo:
una confianza total en lo que Dios es. La salvación como yelmo: la
misma confianza en lo que Dios ha hecho. Así vestidos y protegidos, podremos
contraatacar victoriosamente con la espada del Espíritu y la
oración. Sería demasiado tarde tratar de ponernos esa
armadura completa en el momento de tener que combatir. Llevémosla
"en todo tiempo" (v. 18), así estaremos seguros de tener- la puesta
"en el día malo" (v. 13). Entre las oraciones, no descuidemos las que
tienen por objeto la obra del Señor. El apóstol las solicitaba.
Estaba seguro de hallar, en los efesios, un profundo interés por el Evangelio y
por la Iglesia. ¡Que el Señor pueda verlo también en cada uno de nosotros!
Autor:
El apóstol Pablo fue el principal escritor del libro de Colosenses
(Colosenses 1:13). También se le da algún crédito a Timoteo (Colosenses 1:1).
Fecha:
El Libro de Colosenses fue escrito probablemente entre el 58-64 d.C.
A quien estaba dirigida?:
A la iglesia en Colosas, una
ciudad de Asia menor.
Propósito:
General: Un
mensaje de buena voluntad, para exhortar y enseñar a los creyentes.
Especial: Para
contrarrestar errores doctrinales que surgían de la mezcla de la enseñanza del
judaísmo con la especulación oriental y filosófica. Estas herejías tendían a
oscurecer la gloria divina de Cristo.
Características de la carta: La
carta tiene un parecido considerable con la de Efesios, tanto en
los conceptos como en el lenguaje. Sin embargo, tiene un mensaje distintivo
propio. En Efesios, Pablo hace hincapié en el pensamiento de la iglesia como en
cuerpo de Cristo, mientras que en Colosenses resalta a Cristo como la cabeza de
la iglesia.
La advertencia contra la confianza
en la sabiduría mundana que aparece en 1 Corintios también aparece en
Colosenses.
Colosas
La información que actualmente
poseemos de la ciudad de Colosas es escasa. Sabemos que se alzaba sobre las
márgenes del río Lico, afluente del Meandro, a unos 175 km. al este de Éfeso; y
que, desde el punto de vista administrativo, pertenecía a la provincia romana
de Asia. Hubo una época en que gozó de cierto prestigio comercial, pero a
partir del año 61 d.C., después de un violento terremoto, entró en tal proceso de
decadencia que pronto llegó a su casi total desaparición.
Tampoco se tienen muchas noticias
de la iglesia colosense, que a Pablo le era personalmente desconocida en las
fechas en que escribía esta epístola (1.4; 2.1). Un par de veces había pasado
por la región de Frigia (Hch 16.6; 18.23), pero sin visitar la ciudad.
La predicación del evangelio en
aquella zona de Asia Menor había sido confiada a Epafras, residente en Colosas
(4.12) y quizá fundador de la iglesia. A él se refiere el apóstol con claro
afecto, llamándolo «consiervo amado» (1.7; cf. Flm 23) y relacionándolo con las
comunidades cristianas de otras dos ciudades: Laodicea, donde posiblemente la
iglesia llegó a tener cierta importancia, y Hierápolis (2.1; 4.13, 15–16; cf.
Ap 1.11; 3.14–22).
Los creyentes que se reunían en
Colosas constituían un grupo principalmente de procedencia gentil, compuesto
por personas que, en su mayoría, si no en su totalidad, habían profesado antes
alguna forma de culto pagano.
Propósito
El
libro de Colosenses es un mini curso de ética, dirigido a cada una de las áreas
de la vida cristiana. Pablo va desde la vida individual a la vida en el hogar y
la familia, desde el trabajo, hasta la manera en que debemos tratar a otros. El
tema de este libro es la suficiencia de nuestro Señor, Jesucristo, para suplir
nuestras necesidades en cada área.
A pesar de su corta existencia, la
iglesia ya había empezado a acusar la infiltración de doctrinas que se
desviaban del evangelio. Esta noticia, recibida por conducto de Epafras, alarmó
a Pablo, que se hallaba preso, posiblemente en Roma. Al comprender los peligros
que acechaban a la fe aún reciente de los colosenses (1.23; 2.4–8, 16–23), les
escribió poniéndolos sobre aviso. Luego encargó a «Tíquico, amado hermano y
fiel ministro y consiervo en el Señor» (4.7), que llevara la carta a su
destino.
En este documento se revela la
influencia que entre los creyentes de Colosas ejercían todavía algunos hábitos
residuales de sus antiguas creencias religiosas y usos paganos (2.8, 14–17).
Eran formas de vida y de cultura difíciles de desarraigar, las cuales, unidas a
la permanente presión del medio social colosense y a la incesante insistencia
de los judaizantes acerca de la sujeción a la Ley mosaica (cf. 2.11–13, 16),
causaban confusión e inquietud en la iglesia.
Versos Clave:
Colosenses 1:15-16, “El es la imagen del Dios invisible, el
primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las
que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean
tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por
medio de él y para él.”
Colosenses 2:8 “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y
huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los
rudimentos del mundo, y no según Cristo.”
Colosenses 3:12-13, “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.”
Colosenses
4:5-6, “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea
vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo
debéis responder a cada uno.”
Contenido y estructura
El cuerpo central de la Epístola a los Colosenses (=Col) está estructurado en tres
grandes secciones, precedidas de una breve introducción (1.1–8) y seguidas de
un epílogo que contiene notas personales y saludos de despedida (4.7–18).
En la primera sección (1.9–23),
Pablo da gracias al Señor por la fe de los «santos y fieles hermanos en Cristo
que están en Colosas» (1.2), a quienes asegura de la acción salvadora de Dios
(1.9–14). Con un himno de elevada inspiración y belleza, proclama la soberanía
de Cristo sobre todo lo creado (1.15–20): Cristo, «cabeza del cuerpo que es la
iglesia» (1.18. Cf. Ef 1.22–23), «es antes que todas las cosas, y todas las
cosas en él subsisten» (1.17). Mediante su sacrificio en la cruz, ha redimido
al pecador (1.14) y lo ha reconciliado y puesto en paz con Dios (1.20–22).
La segunda parte de la carta
(1.24–2.5) se refiere al ministerio de Pablo, a su predicación del evangelio
entre los gentiles, a los que él da a conocer los designios de Dios, antes
secretos pero ahora revelados en Jesucristo, que es la esperanza gloriosa para
cuantos creen en él (1.25–27; 2.2–3).
La tercera sección (2.6–4.6)
instruye acerca de los valores del evangelio de la gracia. En Cristo «habita
corporalmente toda la plenitud de la divinidad» (2.9), y en él alcanzan los
creyentes su propia plenitud (2.10–15); en consecuencia, deben abandonar
actitudes y preceptos que no concuerdan con la nueva vida en Cristo (2.13–17;
20–22), y buscar «las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra
de Dios» (3.1). Esa nueva vida ha de ajustarse a los principios de la nueva
humanidad creada en Cristo (3.10): tanto en lo estrictamente personal (3.5,
8–9) como en lo que afecta a la convivencia en la iglesia, en la familia, entre
las amistades o en el trabajo (3.5–4.1). El evangelio proclama la superación en
Cristo de todo lo que conduce a establecer diferencias hostiles entre persona y
persona, porque Cristo «es el todo y en todos» (3.11). En consecuencia,
aquellos a quienes Dios ha querido escoger tienen el deber inexcusable de vivir
en recíproca disposición de humildad, perdón, paz y "amor, que es el
vínculo perfecto" (3.12–14).
El epílogo (4.7–18) incluye una
relación de saludos en la que se menciona a varios colaboradores de Pablo.
Entre otros, a Tíquico, portador de la carta; a Onésimo, que es «uno de
vosotros» (4.9), y a Lucas, «el médico amado» (4.14).
Fecha y lugar de redacción
Esta epístola ofrece una especial
coincidencia de nombres propios con la dirigida a Filemón, también escrita en
la cárcel. Pero el paralelismo más notable se da entre Colosenses y Efesios (véase Introducción a Efesios). Es
probable que ambas pertenezcan a la misma época (los años 60 y 61), lo cual
explicaría la semejanza de los temas expuestos, la forma similar de tratarlos y
los paralelos de estilo y vocabulario. Tradicionalmente se ha pensado que Colosenses fue escrita en Roma.
Breve Resumen:
Colosenses fue escrito expresamente para anular la herejía que había
surgido en Colosas, la cual ponía en peligro la existencia de la iglesia.
Mientras que no sabemos que le fue dicho a Pablo, esta carta es su
respuesta.
Podemos resumir, basados en la respuesta de Pablo, que él estaba lidiando con una percepción equivocada de Cristo (Su real y verdadera naturaleza humana y la falta de aceptación de Su completa deidad.) Pablo parece también disputar respecto el énfasis “judío” sobre la circuncisión y las tradiciones (Colosenses 2:8-11; 3:11). Aparentemente la herejía provenía del gnosticismo-judaico o de una mezcla entre el ascetismo judío y la filosofía griega (¿Estoicos?). Él logra un increíble trabajo en señalarnos la suficiencia de Cristo.
El libro de Colosenses contiene instrucción doctrinal acerca de la deidad de Cristo y las falsas filosofías (1:15—2:23), así como exhortaciones prácticas respecto a la conducta cristiana, incluyendo las amistades y el hablar (3:1—4:18).
Conexiones:
Como con todas las iglesias primitivas, el problema del legalismo
judío en Colosas fue de gran preocupación para Pablo. Tan radical era el
concepto de la salvación por gracia, aparte de las obras, que para aquellos
sumergidos en la ley del Antiguo Testamento, les resultaba muy difícil de
entenderla. Por consecuencia, había un continuo movimiento entre los
legalistas, para añadir ciertos requerimientos de la ley a esta nueva fe.
Primeramente entre ellos estaba el requisito de la circuncisión, el cual aún se
practicaba entre algunos de los judíos convertidos. Pablo contradijo este error
en Colosenses 2:11-15, en donde declara que la circuncisión de la carne ya no
era necesaria, porque Cristo había venido. La suya era la circuncisión del
corazón, no de la carne, haciendo ya innecesarios los ritos ceremoniales del
Antiguo Testamento (Deuteronomio 10:16, 30:6; Jeremías 4:4, 9:26; Hechos 7:51;
Romanos 2:29).
Aplicación Práctica:
Aunque Pablo abarca muchas áreas, la aplicación básica para nosotros
en la actualidad, es la total y completa suficiencia de Cristo en nuestras
vidas, tanto para nuestra salvación como para nuestra santificación. Debemos
saber y entender el evangelio, a fin de no ser desviados por sutiles formas de
legalismo y herejía. Debemos estar en guardia para cualquier desviación que
minimice la grandeza de Cristo como Señor y Salvador. Cualquier “religión” que
trate de equipararse a sí misma con la verdad, usando libros que afirman estar
en igual autoridad que la Biblia, o quienes combinan el esfuerzo humano con el
logro divino en la salvación, deben ser evitadas. Otras religiones no pueden
ser combinadas con o añadidas al cristianismo. Cristo nos da las normas absolutas
de la conducta moral. El cristianismo es una familia, una forma de vida, y una
relación –no una religión. Las obras de Dios, la astrología, el ocultismo y los
horóscopos, no nos muestran los caminos de Dios. Solo Cristo lo hace. Su
voluntad está revelada en Su Palabra, es Su carta de amor para nosotros;
¡debemos llegar a conocerla!
Esquema del contenido:
Prólogo (1.1–8)
1. La obra salvadora de Dios (1.9–23)
2. El ministerio de Pablo (1.24–2.5)
3. La nueva vida en Cristo (2.6–4.6)
Epílogo: Salutaciones finales (4.7–18)
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