viernes, 7 de septiembre de 2012

Análisis del Libro de Filipenses


Análisis del Libro de Filipenses





"Más aún, todas las cosas las tengo por pérdida, a causa de la sobresaliente excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, Señor mío, por cause de quien lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para que yo gane a Cristo."
Filipenses 3:8 (VM)
Filipenses ("Aficionado a los caballos" o "a la carrera") es una epístola pastoral, alentadora y refrescante. Está escrita a una asamblea afligida por la pobreza, que había mantenido, no obstante, un leal afecto por Pablo desde que habían sido convertidos por medio de sus labores,  once años antes.
La epístola presenta la verdadera experiencia Cristiana como la pista de carreras que conduce a la gloria de Dios. El propio Pablo es ejemplo de esta experiencia, y aunque estaba en prisión, el vibrante y, sin embargo, pacífico gozo del apóstol impregna el libro completo. El secreto es simplemente que, de un modo práctico, Cristo es todo para él:
·         en el capítulo 1, Cristo su justo motivo en la vida;
·         en el capítulo 2, Cristo su Ejemplo;
·         en el capítulo 3, Cristo su Objeto;
·         en el capítulo 4, Cristo su Fortaleza.
El capítulo 2 contiene una magnífica declaración de la grandeza de la disposición a la humillación del Señor Jesús, desde el lugar de la más elevada gloria al del más profundo sufrimiento y la muerte de la maldición. Esto es, entonces, seguido de la bendita respuesta de Dios al exaltarle como Hombre al lugar de la más alta preeminencia. (Versículos 5-11).
Al ocupar una Persona tal los afectos y la admiración del apóstol Pablo, él no sólo soporta pacientemente toda adversidad desagradable, sino que se regocija al ver en cada una de estas una ocasión de más plena bendición y de mayor gloria para el Señor Jesús.
Este magnífico triunfo de la fe otorga al libro el más dulce valor al alentar una fe similar en nuestras propias almas.

Filipenses 1:1-18
Se ha llamado a esta epístola el libro de la experiencia cristiana, la cual se resume en tres palabras: Cristo me basta. Él es mi vida (cap. 1), mi modelo (cap. 2), mi meta(cap. 3), mi fuerza y mi gozo (cap. 4). Pablo no habla aquí como apóstol ni como maestro; no es más que un "siervo de Jesucristo". ¿Cómo podría hacer valer un título más elevado que el que tomó su Señor? (cap. 2:7). Desde el fondo de su prisión de Roma, Pablo escribe a sus amados filipenses, de los cuales conocemos a Lidia y al carcelero (Hechos 16). Su "entrañable amor" por ellos (v. 8) se traduce en oraciones. Nótese el eslabonamiento de las peticiones: amor, verdadero conocimiento, discernimiento espiritual, andar puro y recto, fruto que permanece (v. 9-11). Luego los tranquiliza en cuanto a su encarcelamiento. Ese golpe que el enemigo pensaba asestar al Evangelio había contribuido, al contrario, a su progreso. La abierta oposición, calculada para desalentar a los testigos del Señor, generalmente tiene como efecto el de animarlos. ¿Cuál es la actitud del apóstol al enterarse de que, a veces, el Evangelio es anunciado en condiciones muy discutibles? No manifiesta ninguna impaciencia ni crítica; ni, inversamente, el deseo de asociarse a ello. Sólo expresa un sincero gozo al ver que la obra de Dios se efectúa, cualesquiera sean los instrumentos.
Filipenses 1:19-30
El corazón del hombre está constituido de tal manera que no soporta permanecer vacío. Siente un hambre que el mundo, semejante a un vasto almacén, se esmera en satisfacer mediante una variedad de los más apetecibles productos. Pero sabemos por experiencia que, por más atrayente que sea un escaparate antes de nuestra comida, deja de tentarnos después de ella. Esta comparación un poco familiar nos ayuda a recordar esto: nada ejerce atracción alguna sobre un corazón lleno de Jesús. Es lo que ocurría con el apóstol: Cristo era su único objeto, su única razón de vivir. ¿Quién se atrevería a solidarizarse personalmente con este versículo 21? No obstante, el progreso del cristiano consiste en realizar esto siempre mejor. Cristo le bastaba a Pablo para vivir y para morir. Al colocarse ante esa alternativa, no sabía qué escoger. Al morir, ganaba a Cristo, y al vivir servía a Cristo. El amor por los santos lo inclinaba más bien a quedarse. La defensa del Evangelio, como todo combate, implica sufrimientos (1 Tesalonicenses 2:2, al final). Pero éstos son un don de la gracia del Señor, al igual que la salvación, un privilegio que Él concede a los creyentes (v. 29). En vez de compadecernos de los cristianos perseguidos ¿no deberíamos más bien envidiarlos? Por lo menos oremos por ellos. Así tomaremos parte con ellos en el combate por la verdad.
Filipenses 2:1-11
Para hallar el camino hacia todos los corazones, para "ganar" a un hermano y apaciguar una disensión, existe sólo un secreto: el renunciamiento a sí mismo. Podremos aprenderlo al contemplar y adorar a nuestro incomparable Modelo. Según sus propias palabras, "cualquiera que se enaltece (a sí mismo) será humillado (por Dios) y el que se humilla (a sí mismo) será enaltecido (por Dios)" (leer Lucas 14:11; 18:14). Dos historias exacta- mente opuestas son resumidas en esta corta frase: la del primer Adán desobediente hasta la muerte, seguido por su raza ambiciosa y rebelde; y la de Cristo Jesús, quien por amor se despojó de su gloria divina, se anonadó para hacerse hombre y luego se humilló hasta el punto de no poder bajar más: hasta la muerte de cruz.
La forma de un hombre, la condición de un siervo, la muerte ignominiosa de un malhechor, tales son las etapas de ese maravilloso sendero. Sí, con toda justicia, Dios tenía consigo mismo el compromiso de exaltarle hasta lo sumo y de honrarle con un nombre soberano. Bajo ese nombre de Jesús, a la vez tan glorioso y tan dulce que tomó para obedecer, servir, sufrir y morir, será reconocido como Señor y recibirá el homenaje universal.
Amigo, ¿cuál es el precio de ese Nombre para tu corazón?
Filipenses2:12-30
Como modelo de obediencia (v. 8), el Señor tiene el derecho de exigir la nuestra en todo "sin murmuraciones v contiendas" (v. 14). La ausencia del apóstol de ningún modo eximía a los filipenses de la obediencia (v. 12). Al contrario, ya que él no estaba más con ellos, debían velar por sí mismos para no malograr su carrera cristiana. Del mismo modo un joven creyente, cuando abandona el techo paternal, no deja por esa razón de estar sujeto al Señor, sino que es responsable de su propio andar. La palabra griega traducida por "ocupaos en" tiene el sentido preciso de cultivar; implica, pues, una paciente sucesión de operaciones, tales como arrancar malas hierbas (pensamientos impuros, prácticas deshonestas, mentiras, etc....). Nadie puede hacerlo en nuestro lugar, pero eso no significa que podamos efectuarlo con nuestras propias fuerzas (v. 13). Incluso el querer, el deseo, es producido en nosotros por el Señor. Pero también ¡qué hermoso testimonio resulta de ello! (v. 14-16). Consideremos en este capítulo los diferentes ejemplos de abnegación, comenzando por el más elevado, el de Cristo, luego el de Pablo asociado con los filipenses (v. 16-17), el de Timoteo (v. 20) y finalmente el de Epafrodito (v. 25-26, 30). En cambio, cuan triste resuena el versículo 21. ¿A quién, queridos amigos, deseamos parecemos?
Filipenses 3:1-11
Junto con hombres de Dios como Timoteo y Epafrodito, quienes debían ser recibidos y tenidos en cuenta, existían también "malos obreros" de los que era necesario guardarse. Predicaban esa religión de las obras que hace confiar en la carne y se alimenta de la consideración de los hombres. Pero si alguien poseía títulos huma- nos que podía hacer valer, ése era precisamente Pablo, judío que pertenecía al círculo más elevado, sumamente respetuoso de la doctrina hebrea y celoso en cuanto a la ley... El en columna todas esas ventajas como en un gran libro de contabilidad, debajo traza una línea y escribe:
Pérdida. Del mismo modo que basta que el Sol se levante para hacer palidecer a todas las estrellas, un único nombre, el de Cristo glorificado, eclipsa desde entonces todas las pobres vanidades terrenales de su corazón; no sólo las estima sin valor, sino también ruinosas. ¡Y no resulta un gran sacrificio renunciar a lo que es basura! Que el Señor nos enseñe a despojarnos felizmente -como Bartimeo arrojó su capa- de todo aquello con lo cual pretendemos hacernos incluso una reputación y una justicia (pero que no es más que el «yo reparado y barnizado» J. N. Darby). A ese precio podremos" conocerle" a Él y seguirle en su camino de renunciamiento, de sufrimientos, de muerte, pero también de resurrección (Mateo 16:21, 24).
Filipenses 3:12-21
En general, los hombres que realizan algo importante en la tierra son aquellos en quienes palpita una única pasión. Así se trate de conquistar los polos, de obtener un premio Nobel o de combatir a un invasor, siempre se hallan hombres de acción prontos a sacrificarlo todo por un gran designio. Así era Pablo desde que Cristo lo había cautivado (comparar Jeremías 20:7). Sabía que estaba comprometido en la carrera cristiana y, como perfecto atleta, sostenía su esfuerzo sin rodeo y sin mirar atrás, pensando sólo en el premio final (leer 2 Timoteo 4:7).Además, se ofrece para servirnos de entrenador y nos invita a seguirle en sus mismos pasos (v. 17). Como él, olvidemos las cosas que quedan atrás: nuestros éxitos, motivo de vanagloria; nuestros fracasos, causa de des- aliento. En cambio, esforcémonos para alcanzar la meta, porque esa carrera con obstáculos no es, por cierto, un paseo. Es cosa seria, y lo que está en juego es de la mayor importancia. Tener sus pensamientos en cosas terrena- les, ¡qué inconsecuencia para aquel que tiene su "ciudadanía" en los cielos! (v. 20). ¿De qué hablan dos compatriotas que se encuentran en el extranjero? ¡Del país! Siempre tendremos un mismo sentir (v. 15) si, entre creyentes, hablamos de los gozos de la ciudad celestial.
Filipenses 4:1-9
"Regocijaos en el Señor", insiste el apóstol. No obstante, no le faltan motivos para derramar lágrimas (cap. 3:18). Una infeliz discordia opone a dos hermanas: Evodía y Sintique y altera a la iglesia. Pablo exhorta -o más bien suplica- a cada una de ellas personalmente. ¡Que aprendan -y nosotros también- la gran lección del capítulo 2:2! (comparar Proverbios 13:10). ¿Es nuestra gentileza conocida por nuestros hermanos, hermanas y compañeros? Cuántas querellas cesarían si tuviéramos conciencia de que el retorno del Señor es inminente. ¡Y cuántas preocupaciones igualmente! Por medio de la oración, descarguemos nuestros corazones de todo lo que los atormenta. ¿Serán inmediatamente satisfechas? No necesariamente, pero Dios podrá verter en ellos su perfecta paz (v. 7). ¿Cómo evitar los malos pensamientos? Cultivando los buenos. Sirvámonos del versículo 8 como de una zaranda con varias rejillas: lo que ocupa mi espíritu en este momento, ¿es verdadero?... ¿justo?... ¿puro?... ¿amable?... ¿edificante?... Pensamientos depurados podrán traducirse sólo en hechos de la misma naturaleza (v. 9). ¿Y cuál será la consecuencia de ello? No sólo la paz de Dios, sino que "el Dios de paz" en persona estará morando con nosotros (Juan 14:23).
 Filipenses 4:10-23
Sin duda, Pablo recuerda su primera visita a Filipos, prisión y los cánticos que entonaba allí con Silas Hechos 16:24-25). Si bien está otra vez prisionero, nada puede quitarle su gozo porque nada puede quitarle a Cristo. Lo mismo ocurre con su fortaleza: "Todo lo puedo" -dice él pese a sus cadenas- "en Cristo que me fortalece" (comparar 2 Corintios 6:10). Como él, aprendemos a estar contentos, cualesquiera sean las circunstancias: éxitos o dificultades, salud o enfermedad, buen o mal tiempo... si estamos "contentos con el Señor".
Aunque muy pobres, los filipenses, por mano de Epafrodito, acababan de mandar una nueva ayuda al apóstol (leer 2 Corintios 8:1-5). Éste les afirma, según su propia experiencia: "Mi Dios suplirá todo lo que os falta", pero no a todas vuestras codicias. Compromete la responsabilidad de su Dios, como si endosara un cheque en blanco, sabiendo que dispone, para él y sus amigos, de un crédito ilimitado: nada menos que "sus riquezas en gloria" (v. 19; Efesios 3:16). Que Dios nos dé aptitud para experimentar el secreto del bienaventurado apóstol: la plena suficiencia del Señor Jesucristo hasta que por fin se cumpla el anhelo expresado en el salmo: "Veré tu rostro... estaré satisfecho cuando despierte a Tu semejanza" (Salmo 17:15).
Autor: 
Filipenses 1:1 identifica al autor del libro de Filipenses como el apóstol Pablo, probablemente con la ayuda de Timoteo.
Fecha de su Escritura: 
La fecha en que fue escrita la carta a los Filipenses es Incierta, probablemente fue escrita desde Roma y fue escrita aproximadamente entre los años 60 - 64 d.C.
Propósito de la Escritura: 
La epístola a los Filipenses, una de las epístolas de las prisiones de Pablo, y fue escrita en Roma. Fue en Filipos, donde el apóstol estuvo de visita en su segundo viaje misionero (Hechos 16:12), que Lidia y el carcelero de Filipos con su familia, fueron convertidos a Cristo. Ahora, algunos años después, la iglesia estaba bien establecida, como puede inferirse por sus destinatarios, los cuales incluyen a “obispos (ancianos) y diáconos” (Filipenses 1:1).
El motivo de la epístola fue agradecer una ofrenda de dinero procedente de la iglesia en Filipos, llevada al apóstol por Epafrodito, uno de sus miembros (Filipenses 4:10-18). Esta es una tierna carta dirigida a un grupo de cristianos, quienes eran especialmente cercanos al corazón de Pablo (2 Corintios 8:1-6), y comparativamente, poco es lo que dice acerca del error doctrinal.
Versos Clave: 
Filipenses 1:21, “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.”
Filipenses 3:7, “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.”
Filipenses 4:4, “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”
Filipenses 4:6-7, “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
Filipenses 4:13, “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”
La Iglesia Filipenses: 
La iglesia filipense era una iglesia ideal en muchos sentidos. Fue fundada por Pablo en su segundo viaje misionero, en medio de una tempestad de persecuciones. El comienzo de la obra se limitaba a unas pocas mujeres que se reunían cerca del río. Lidia, una vendedora de púrpura, fue la primera convertida, pero pronto se unió el carcelero de Filipos y su familia. Estos y quizás, unos pocos más, se convirtieron en el núcleo de la iglesia.
La Epístola a los Filipenses (=Flp), junto con la dirigida a Filemón, es la más personal de cuantas poseemos del apóstol Pablo. Es también el testimonio de un sentir gozoso y de mutua gratitud: de Pablo hacia los filipenses, que lo habían socorrido en momentos muy difíciles para él; y de los filipenses hacia Pablo, agradecidos por la labor que entre ellos había realizado.
Desde los primeros contactos hasta la redacción de esta carta habían pasado varios años. Aquellos encuentros iniciales, que dieron origen a una estrecha relación fraternal (Fil 1.3–8; 4.1), tuvieron lugar durante el segundo viaje misionero de Pablo, después de haber él recorrido el interior de Asia Menor, desde Cilicia, al sudeste de la península, hasta Troas, al noroeste.
En Troas, acompañado de Silas, Timoteo y seguramente también de Lucas, embarcó Pablo rumbo a Neápolis, puerto del norte de Grecia. De allí se dirigió a Filipos, donde no se detuvo mucho tiempo, aunque sí el suficiente para fundar una iglesia, la primera nacida en suelo europeo. Esta comunidad cristiana estaba formada en su mayor parte por personas que habían pasado del paganismo al judaísmo (véase, p.e., el caso de Lidia de Tiatira, Hch 16.14–15), las cuales se reunían para el culto «fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración» (Hch 16.13).
Mensaje Central: Jesucristo
Características de la carta: 
Esta es una carta de amor espiritual a la iglesia, llena de cariño entrañable y de gratitud. Escrita en circunstancias difíciles mientras Pablo estaba prisionero. La carta resalta la victoria y el gozo.
Filipos:
La primera mención que el NT hace de Filipos se encuentra en Hch 16.12. En ese texto leemos que se trataba de una importante «ciudad de la provincia de Macedonia y una colonia», evidentemente romana. Su nombre primitivo había sido Krénides, que significa «lugar de las fuentes», pero cuando en el 360 a.C. conquistó la ciudad el padre de Alejandro Magno, el rey Filipo II de Macedonia, cambió aquel antiguo nombre por el suyo propio.
Filipos estaba situada sobre la célebre «Vía Egnatia», que comunicaba Roma con Asia Menor. Se alzaba a unos 12 km. de la costa norte del mar Egeo, junto al límite de la región macedónica con la de Tracia. Sometida a Roma desde el año 167 a.C., a partir del 31 a.C., con la categoría de colonia y por disposición del césar Octavio Augusto, gozó de los privilegios y derechos que las leyes del imperio otorgaban a las ciudades romanas.
Lugar y fecha de redacción:
No hay unidad de opinión respecto del lugar y de la fecha en que Pablo escribió la carta. Hay quienes opinan que la envió desde una prisión en Éfeso, lo que permitiría apuntar como fecha probable los años 54 a 55. En tal caso, la carta tendría, como de hecho tiene, un marcado carácter de agradecimiento a los cristianos de Filipos, quienes al saber de la cautividad del apóstol, habían decidido mandarle algunos auxilios como expresión de amor y solidaridad fraternal (4.18). Por otra parte, si se interpreta la mención del «pretorio» (1.13) como una referencia al palacio imperial, podría tener mayor apoyo la hipótesis que localiza la prisión en Roma (Hch 28.16–31). En tal caso, la carta habría sido escrita en esta ciudad, el año 63.
Contenido y estructura:
La epístola no tiene una clara estructura doctrinal. Más parece responder a vivos sentimientos personales que al propósito de ofrecer un texto bien planificado y teológicamente articulado. No obstante, hay en ella profundos pensamientos junto a consejos y enseñanzas prácticas para la vida de los cristianos y para la marcha de la iglesia en conjunto.
Desde la acción de gracias inicial (1.3–11), dos notas predominan en la epístola: el gozo que caracteriza a una fe madura, y el amor de Pablo a la iglesia de Filipos. Esas notas son, sin duda, una hermosa lección de esperanza, impartida por el autor en medio de las penalidades físicas y morales de su cautiverio.
El cuerpo principal de la carta (1.12–4.20) transcurre entre un prólogo lleno de expresiones entrañables (1.1–11) y un epílogo revelador de la generosidad de los filipenses (4.21–23). El texto se desarrolla en una variada sucesión de temas y motivos de reflexión:
(a) 1.12–26: Pablo da testimonio de que incluso la cárcel brinda oportunidades de anunciar el evangelio (1.12–14). Y reflexiona acerca de su ministerio apostólico, al que seguirá consagrado «tanto si vivo como si muero» (1.20) en tanto le llega la hora «de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor» (1.23). Porque para Pablo «el vivir es Cristo y el morir, ganancia» (1.21).
(b) 1.27–2.18: Este pasaje contiene una declaración fundamental de la fe cristiana: un himno (2.5–11) dedicado al Hijo de Dios preexistente y eterno, a Cristo Jesús: Él siendo en forma de Dios... se hizo semejante a los hombres,... se humilló a sí mismo... hasta la muerte, y muerte de cruz». Por su obediencia, «Dios también lo exaltó sobre todas las cosas», para ser reconocido y adorado universalmente como Señor.
(c) 2.19–30: Sigue una referencia personal a Timoteo y Epafrodito, colaboradores del apóstol. Al primero, espera enviarlo pronto a Filipos (2.19), y acerca del segundo, explica el porqué de haberlo enviado ya (2.25–30). Además, él también confía en estar pronto en condiciones de visitar a los creyentes de la ciudad (1.19; 2.24).
(d) 3.1–4.1: Hace también una enérgica llamada de atención a la presencia en Filipos de «muchos... que son enemigos de la cruz de Cristo» (3.18). Parece seguro que también a Macedonia habían llegado algunos maestros judaizantes que, con su insistencia en mantener vigente la Ley de Moisés y especialmente la práctica de la circuncisión, perturbaban la fe de los cristianos de origen gentil.
(e) 4.2–9: La alegría de la salvación ha de ser una constante en la vida del cristiano (4.4). Pablo exhorta a los creyentes a confiar plenamente en el Señor, que está cerca (4.5), y a pensar y actuar de manera siempre digna de alabanza (4.8).
(f) 4.10–20: Insiste en manifestar su agradecimiento por la solicitud con que los filipenses le habían atendido en diversas ocasiones, en momentos de tribulación en los que otros parecían haberse olvidado de él (4.15).
Algunos han supuesto que originalmente fueron dos las cartas de Pablo a la iglesia de Filipos, después refundidas en una, porque en la estructura presente de la carta se ha observado, en ciertos pasajes, una brusca ruptura de la ilación de ideas: (2.19; 3.1b-21; 4.2 y 4.10). Lo cierto es que el texto de la carta es característicamente paulino, tanto desde el punto de vista estilístico como de vocabulario.
Breve Resumen: 
Filipenses puede ser llamado “Bienes a través del Sufrimiento.” El libro es acerca de Cristo en nuestra vida, Cristo en nuestra mente, Cristo como nuestra meta, Cristo como nuestra fortaleza y gozo a través del sufrimiento. Fue escrito durante el encarcelamiento de Pablo en Roma, cerca de treinta años después de la ascensión de Cristo y aproximadamente diez años después de la primera predicación de Pablo en Filipos. 
Pablo era prisionero de Nerón, sin embargo la Epístola abunda en exclamaciones de triunfo. Las palabras “gozo” y “regocijo” aparecen con frecuencia (Filipenses 1:4, 18, 25, 26; 2:2, 28; Filipenses 3:1; 4:1, 4, 10). La correcta experiencia cristiana es el experimentar, independientemente de nuestras circunstancias, la vida, naturaleza, y mente de Cristo viviendo en nosotros (Filipenses 1:6, 11; 2:5, 13). Filipenses alcanza su cúspide en 2:5-11 con la gloriosa y profunda declaración concerniente a la humillación y exaltación de nuestro Señor Jesucristo. 
Conexiones: 
Al igual que en muchas de sus cartas, Pablo advierte a los nuevos creyentes en la iglesia de Filipos, a estar alertas ante la tendencia hacia el legalismo, la cual continuamente se cultivaba en las iglesias primitivas. Los judíos estaban tan atados a la ley del Antiguo Testamento, que había un constante esfuerzo por parte de los judaizantes, para regresar a la enseñanza de la salvación por obras. Pero Pablo reitera que la salvación es solo por la fe en Cristo solamente, y califica a los judaizantes como “perros” y “malos obreros.” En particular, los legalistas insistían en que los nuevos creyentes en Cristo debían continuar siendo circuncidados de acuerdo a los requerimientos del Antiguo Pacto (Génesis 17:10-12; Levítico 12:3). De esta manera, ellos intentaban complacer a Dios por sus propios esfuerzos y elevarse ellos mismos sobre los gentiles cristianos, quienes no participaban en el ritual. Pablo explicó que aquellos que ya habían sido lavados por la sangre del Cordero, ya no tenían que someterse a rituales que simbolizaban la necesidad de un corazón limpio.
Aplicación Práctica: 
Filipenses es una de las cartas más personales de Pablo, y como tal, tiene muchas implicaciones personales para los creyentes. Escrita durante su encarcelamiento en Roma, Pablo exhorta a los filipenses a seguir su ejemplo y a “tener ánimo para hablar la palabra de Dios sin temor.” (Filipenses 1:14) durante los tiempos de persecución. Todos los cristianos han experimentado en uno u otro momento, la animosidad de los incrédulos en contra del evangelio de Cristo. Esto es de esperarse. Jesús dijo que si el mundo lo odiaba a Él, también odiaría a sus seguidores (Juan 5:18). Pablo nos exhorta a perseverar ante la persecución, a estar “firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio.” (Filipenses 1:27).
Otra aplicación de Filipenses, es la necesidad de los cristianos de estar unidos en humildad. Estamos unidos con Cristo, y necesitamos luchar para mantenernos unidos unos con otros de la misma manera. Pablo nos recuerda que debemos ser de “del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito” y dejando a un lado la vanagloria y el egoísmo, “que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás.” (Filipenses 2:2-4). Habría mucho menos conflictos en las iglesias de hoy, si todos adoptáramos el consejo de Pablo.
Otra aplicación de Filipenses, es el del gozo y el regocijo que se encuentra a través de su carta. Él se regocija de que Cristo estuviera siendo proclamado (Filipenses 1:18); se regocija en su persecución (2:17); exhorta a otros a regocijarse en el Señor (3:1); y se refiere a sus hermanos filipenses como su “gozo y corona” (4:1). Él sintetiza esta exhortación a los creyentes diciéndoles: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!” (4:4-7). Como creyentes, podemos regocijarnos y experimentar la paz de Dios, llevando todas nuestras preocupaciones ante Él, si es que “mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios.” (4:6). El gozo de Pablo, a pesar de las persecuciones y encarcelamientos, brilla a través de toda esta epístola, y a nosotros se nos promete el mismo gozo que él experimentó cuando centramos nuestros pensamientos en el Señor (Filipenses 4:8).
Esquema del contenido:
Introducción, 1:1-7
I.                    Cristo la Vida Cristiana: Regocijarse a Pesar del Sufrimiento, 1:8-30
II.                  Cristo el Modelo Cristiano: Regocijarse en Servir con Humildad, 2:1-30
III.                Cristo el Objeto de la Fe, el Deseo, y la Expectación Cristiana, 3:1-21
IV.                Cristo la Fortaleza del Cristiano: Regocijarse en medio de la Angustia, 4:1-9
Conclusión, 4:10-23

No hay comentarios:

Publicar un comentario